" Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla,
y un huerto claro donde madura el limonero;
mi juventud, veinte años en tierra de Castilla;
mi historia, algunos casos que recordar no quiero".
Antonio Machado/ Retrato
Me
gusta Antonio Machado, me gustan sus poemas, sobre todo éste cuyos primeros versos he escrito. Sus
recuerdos, sus reminiscencias al pasado. Me gusta su claridad, su
nostalgia, ese huerto donde madura el limonero.
En
el pueblo, junto a la casa de mis padres también hay un huerto, muy pequeño, donde maduran los tomates y no hay limoneros.
En
mi historia, esa que escribo cada día, existen también instantes de los que me gustaría no acordarme. Sin embargo recuerdo otros muchos agradables a
menudo.
Si
la infancia de Machado eran recuerdos de un patio de Sevilla y su
juventud, veinte años en tierra de Castilla, mis años infantiles y mi adolescencia lo son de las
calles de Miranda de Arga, de sus montes, de la placeta que hay
frente a nuestra casa. Recuerdos que me vienen a la mente y me
devuelven a aquella época.
Cuántas
tardes de juegos, de confidencias, de alegrías y también de alguna
que otra pena.
Cuántos
veranos de días interminables en los que el tiempo parecía no
pasar.
Cuánta
nostalgia de un ayer que se escapa entre los dedos.
Cuán
rápido pasa el tiempo ahora y qué lejos está aquella juventud.
A
pesar de todo, no volvería atrás. No anhelo volver a tener veinte
años. Me gusta recordar aquella época, revivirla en la mente y
sonreír mientras lo hago.
Hace
unas semanas fui a Miranda para celebrar el cumpleaños de mi padre.
Era domingo, un domingo soleado de septiembre. Creo que leí que era
el último día del verano, a lo mejor era el primero de otoño. No
me acuerdo bien. En realidad, no tiene importancia.
Aproveché
para visitar El Jardín de los Poetas. Había estado una vez allí,
había leído algunos de los poemas que habitan ese lugar y había
contemplado sus bellas flores.
Ahora
también hay uno mío.
Dedicado
a Mari Carmen Iradiel.
Grabado por Pedro Pérez, su marido, en madera de nogal, un nogal del padre de Mari Carmen que se había secado.
Pedro
se quedó con una tabla de esa madera.
Se
convirtió en el marco perfecto para el descanso de unas palabras
dictadas que guiaron mi pluma.
Sin
su arte y su maravilloso trabajo, el poema no luciría igual.
Sé
que le costó trabajo grabarlo.
Quedé
con Pedro para agradecerle su trabajo, para ver de primera mano cómo había quedado,
puesto que aunque había visto fotos, estaba segura de que no era lo
mismo.
Mientras iba de camino al Jardín iba recordando pasajes de mi
juventud y me iba emocionando. Les conté algunas anécdotas a mi
marido y a mi hija.
Pedro, hábil con la madera, talló los
gigantes de Miranda en el tronco de tres pinos que habían sido
talados.

Y
junto a esos versos están los míos.
Yo los escribí, pero ella me susurró las palabras.
Me
dicen que es muy acertado. No podía ser de otra manera, me dejé guiar y mi mente guardó aquello que debía escribir.
Al terminar lo dejé reposar un instante.
Entonces
lo leí.
Y
me emocioné.
Y
estaba segura de que emocionaría a los demás. Que sabrían captar el mensaje,
la esencia de cada verso, de alguna que otra rima.
Sabía
que estaría bien custodiado por otros poetas y que daría luz al
jardín. Esa luz brillante que Mari Carmen desprendía.
En
aquel momento pensé que iba a ser difícil escribir otro poema tan
bello.
Aquel
domingo, al leerlo de nuevo y después de escuchar las palabras de Pedro, supe que nunca
escribiré nada tan especial.
Cada
amanecer al abrir la ventana
el
viento me trae tu voz
y
minúsculas gotas de luz
besan
con suavidad
el
rocío de la madrugada.
Te
imagino más allá de las nubes
mientras
riegas las plantas del jardín
acariciando
cada pétalo
con
la delicadeza de un tacto etéreo
que
da pespuntes de alegría en cada rincón.
En
primavera se engalanarán las flores
y
en otoño al deshojarse las rosas
se
esparcirá tu perfume
entre
poemas y rimas
que
perduran en el tiempo.
Cada
anochecer al cerrar la ventana
un
reguero de estrellas
ilumina
el camino de mis sueños
donde
tus ojos me miran
y
yo vuelvo a estar contigo.
Arantxa
Murugarren Arenillas
El Jardín de los Poetas (Miranda de Arga)
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