lunes, 29 de mayo de 2017

VIAJE A UNA REALIDAD POÉTICA: "ANDÉN NÚMERO SIETE" DE ESMERALDA SÁNCHEZ MARTÍN.



ANDEN NÚMERO SIETE.

AUTORA: ESMERALDA SÁNCHEZ MARTÍN.

En el refugio 
de la ventanilla
de un tren cualquiera,
apartada de agostos
y fracturas,
en estaciones
donde anidan pájaros de fuego,
pasaría la vida,
empezaría a descarrilar.
                                     ( Extraído de la contraportada del poemario)


Cada vez que paso por “El Bosquecillo” no puedo evitar una sonrisa y una mirada nostálgica. No puedo evitar pensar en poesía, en amigos, en un nuevo reencuentro. Ese lugar se ha convertido ya en uno de nuestros refugios poéticos. Es sinónimo de poesía, hemos dicho en más de una ocasión. Es nuestro lugar de veladas poéticas, de sentimientos declamados, de reunión en las tardes largas tardes de invierno y en las cálidas y luminosas de primavera.

Último viernes del mes de mayo y ahí estamos de nuevo como si no hubiéramos estado nunca.

Como si nunca hubiéramos dejado de vernos.

Saludos, bienvenidas, caras nuevas, presentaciones.

Amistad y mucho cariño.

Y entre tanto sentimiento está Esmeralda Sánchez Martín que ha venido a presentar su poemario “Andén número siete”. Me fijo en ella. Está hablando con Teresa Ramos, está sonriente, contenta e imagino que deseosa de comenzar, de enseñarnos la belleza de los versos inmortalizados en dicho poemario, de darle voz a esas palabras escritas. De contarnos que hay detrás de ellas.

Comienza la presentación. Teresa Ramos, impecable maestra de ceremonias hace una introducción de la autora.

Nos habla del libro. Un libro que según sus palabras, podría ser definido como libro de poemas o libro de viajes. Dice una frase muy bonita que se me queda grabada:

“El mundo es un lugar dónde sucede nuestra existencia”.

Define la poesía de Esmeralda como esa verde piedra preciosa que hace honor a su nombre.

Nos lee unos versos de la autora. Nos dejamos llevar por las emociones que transmite, por esas palabras que nos envuelven, que nos alejan un poquito de la realidad y nos transportan a un lugar donde solo estamos nosotros y el ritmo de la poesía, unidos, solos…

Fuera, hay una carrera, no hay silencio como en otras ocasiones. Hay momentos en los que resulta molesto, pero intentamos evadirnos y nos centramos en la intimidad de un recinto en el que solo escuchamos las letras que salen de nuestras gargantas, de la de Teresa en ese momento, de la de Esmeralda un poco después, de las nuestras más tarde.

Entonces da paso a la protagonista de la tarde. Está emocionada. Da las gracias por la asistencia y dice que se siente muy feliz de estar en Pamplona, a la que considera un poco su segunda tierra, ya que cuando tenía 13 años vivió aquí, en Burlada, especifica.


“Estoy como en casa” – comenta.

Nos relata por qué su poemario se titula: Andén número siete. Considera que el andén tiene muchos matices. Es el lugar donde comienza un viaje y también donde termina. Ese momento en el que recibes a alguien, expectante, con ganas de avistar el tren que está a punto de llegar y que trae a esa persona que tantas ganas tienes de ver.

Mientras la escucho, pienso que en un andén sucede muchas cosas y no puedo evitar volver a mi niñez cuando iba con mis padres a Palencia, tierra natal de mi madre. Esas largas horas de espera. Esos juegos que inventaba para hacer más cortas las esperas. 
Esos libros infantiles leídos al amparo de un tiempo que pasaba despacio.

Pienso que me gusta mucho ese título, y al leer el poemario veo que es muy acertado. Cuántas emociones, viajes, momentos de espera, ilusiones y esperanzas al comenzar un viaje. Y expectativas, unas veces cumplidas y otras no.

Es el viaje de la vida, la de ella, la nuestra, la de todos.




El poemario está dividido en tres partes:

1- COMPÁS DE ESPERA:

2- VIA DE LA PLATA.

3- BRASAS Y AGUA.

Cada una bien definida, con ese viaje como punto de partida y punto de llegada. Ese viaje por diferentes lugares, con distintos paisajes. Esa combinación de andenes, trenes y estaciones.  Retratado cada uno de esos espacios, situaciones y emociones en versos cortos, sencillos, cargados de significado, llenos de ternura.

Versos que calan hondo, que llegan hasta el interior de quién los lee.

Unos versos que dejan una sensación dulce, de serenidad. Tono melancólico en algunos, fuerza en otros. Todos ellos con una belleza visible al leerlos, perceptible al ser escuchados. Ninguno deja indiferente. 

No quieres que llegue ese andén en el que tienes que bajar, aunque sepas que cuando lo hagas, tu mente seguirá en el tren, viajando al pasado, al futuro, disfrutando de cada momento del presente.

Sus poemas no tienen título. Únicamente tres, los que cierran cada parte cuyos títulos son:

- MADRE
- PADRE
- HIJO

Dedicado a cada uno de ellos. Escritos con una sutileza tal que desgrana cada letra dotando de vida cada palabra, cada verso compuesto, inspirado en la realidad de su entorno, de su familia, de ella misma.

En esa realidad que ha vivido desde pequeña, con su madre, con su padre… esa realidad que se hizo más patente al nacer su hijo. Hay una ternura sublime en esos tres poemas.

Declama varios versos del libro. Hace una breve introducción de cada uno de ellos. Todos encierran una historia. Han nacido de una experiencia vivida, compartida. Experiencias especiales para ella de las que han nacido unos poemas únicos. 


Y mientras ella recita, yo deseo no dejar de escuchar, que esa voz que acaricia con dulzura, pero con fuerza no se calle. Y cierro los ojos para captar mejor la esencia de lo dicho, de esas pausas versales que dicen mucho sin decir nada.

Nos deleita con un poema precioso dedicado a sus alumnos. Nos cuenta primero, la bonita historia que lo ha inspirado: ella es profesora de francés y todos los años hace un viaje con sus alumnos a París. Los alumnos son diferentes, pero todo se repite: las situaciones, las caras de entusiasmo, las miradas de emoción viendo París. Todo puede parecer diferente. En realidad, todo es igual.
                                     
                                     “Era París y era su voz
                                      al fondo d la recta carretera
                                      París, ojos azules, puentes
                                      Por donde su melena asoma
                                      al Sena desde la orilla izquierda;”
                                                               (fragmento del poema dedicado a sus alumnos
                                                                            ANDÉN NÚMERO SIETE. Esmeralda Sánchez Martín)

Nos hace partícipes de que el otoño le sugiere mucho ya que nació un 19 de octubre. Su madre estuvo vendimiando la víspera de su nacimiento. Nos dice que lleva el vino en sus venas.

Y a continuación recita el poema “MADRE”. Las palabras no siempre son suficientes para describir una emoción. Mientras escucho pienso que no seré capaz de transmitir con claridad todo lo que me sugiere este poema, todo lo que me susurra al oído de manera abstracta, todo lo que quiero escribir y no se cómo hacerlo.

                                         “… era octubre, madre,
                                               el otoño
                                               roció vino en nuestras copas
                                               y fuimos para siempre
                                               manojo de dulura
                                               amor de viña y precipicio.”
                                                                          (fragmento del poema: MADRE.
                                                                           ANDÉN NÚMERO SIETE. Esmeralda Sánchez Martín)

Todos son poemas llenos de significado, de vida. En un momento dado dice:

“las palabras hieren y las palabras sanan”.

Me doy cuenta de cuánta verdad hay en esa afirmación.

Nos sigue deleitando durante un rato que se nos antoja demasiado corto. Las horas nos parecen minutos, los minutos segundos y los segundos… los segundos ni siquiera existen.


Después se da paso al micrófono abierto. Como en cada velada poética, Mikel nos va dando paso con una breve introducción de cada uno. Unas palabras dichas con cariño y que agradecemos mucho.

Continúa la emoción.

En esta ocasión hay voces nuevas que se unen con las ya conocidas, con las otras ya escuchadas que, sin embargo, cada vez suenan diferente. Con una percepción distinta, con matices que no son iguales a los de otros días.

Nosotros hacemos que no lo sean. Declamamos con la ilusión de la primera vez.
Escuchamos con esa misma ilusión.
Y nos dejamos atrapar.
Así, sin más.

Se acercan las nueve de la noche. Se da paso de nuevo a la autora anfitriona de la noche.

Nos recita el último poema del libro: HIJO.

Y después ya no hace falta añadir ninguna otra cosa.

Fuera, ha comenzado a llover. Las nubes se han emocionado como lo hemos hecho nosotros.

Tal vez no han sido ellas.

Quizá son los habitantes de esas parcelas de cielo que nos miran cada día.


5 comentarios:

  1. Gracias Arancha. Has sabido captar los mensajes del poemario. Agradezco tu crónica y tu presencia en ese mágico lugar donde trenes llenos de palabras sirven para hermanarnos.
    Mil afectos

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    1. Gracias por esas maravillosas y poéticas palabras. Fue un placer pasear la imaginación por ese andén donde confluyen todos los sentimientos y relatarlo después. Me alegro mucho de que te haya gustado.

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  2. Arancha, me dejas sin palabras. Qué forma tan hermosa de expresar lo que llegamos a sentir el viernes pasado en nuestro "Bosquecillo". Me has emocionado en muchos momentos. Nunca dejes de escribir, cielo, porque llenas el alma de los que te escuchamos...

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    1. Muchas gracias por tus preciosas palabras, Rebeca. Me alegro mucho de que te haya emocionado el relato que he escrito de esa maravillosa tarde que pasamos el domingo. Como siempre, fue especial gracias a la magia que crea la poesía.

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  3. Si alguien no acudió al andén número siete creo que no tiene problema, no tiene más que leer esta crónica completísima. Casi uno puede hacerse la idea de la voz de la autora recitando en el Bosquecillo. Enhorabuena, Arancha, por todo tu trabajo, por tomar notas en lugar de estar disfrutando al cien por cien como todos de las veladas poeticas.

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