jueves, 25 de enero de 2018

UNA VUELTA A LOS OCHENTA. "AÑOS MALGASTADOS" DE BENJAMÍN RUIZ.


TITULO: AÑOS MALGASTADOS.

AUTOR: BENJAMÍN RUIZ

SINOPSIS:

Rachel es una profesora de literatura muy especial. Sus ojos llamean cuando se enfada. Tiene mal humor, pero es adorable. Cuando llega para dar clase a la escuela de Toni y sus amigos, quedan fascinados por ella: hay algo que esconde a toda costa y de lo que huye sin cesar. Algo la tiene aterrorizada, pero intenta disimular. Toni llegará un paso más allá para descubrir el misterio que oculta y empeñará su alma para siempre.

Ésta no es una historia de terror, pero hay escenas que espeluznan. No es romántica, pero el amor está presente. No es una historia de suspense, pero el misterio flota en el ambiente. No es un relato sobre la educación sentimental, pero sí de aprendizaje hacia la madurez. No es un libro melancólico, pero sí nostálgico.
Esta novela es un homenaje a la amistad, a la juventud, al amor y a la propia vida. Aquélla que sucede mientras estamos preocupados por el futuro y no somos conscientes de que el tiempo se agota.




OPINIÓN PERSONAL:

Desde que terminé Años Malgastados, vivo en una especie de duermevela semi-inconsciente que me tiene anclada a mis años adolescentes, a esa antesala de la juventud que me llevaría a esa supuesta madurez que unas veces llega antes y en ocasiones se resiste a aparecer.

En cuanto empecé este libro supe que me esperaba algo especial, único. Supe que ese tono nostálgico me devolvería a un pasado en el que hacía tiempo que no pensaba, pero al que me he dado cuenta después de que tenía ganas de volver.

Sentí paz desde el principio, desde el prólogo. Desde esas letras mecidas por el viento e instaladas en las primeras imágenes descritas.

Esperé ese tren que en algún momento de la historia menciona el autor. Ese tren que puede que nunca nos lleve de vuelta al ayer.

Miré en mi interior a la par que continuaba la lectura, intuyendo qué se escondía tras las letras del libro, tras unas páginas pasadas sin demora aunque con calma, deteniéndome a saborear ese lenguaje bello, olvidándome del presente.

Tuve ocasión de ponerme en contacto con el autor al que pregunté el porqué de ese título.

Me respondió que surgió a raíz del tema Wasted Years de Iron Maiden. Una canción que trata de la necesidad de aprovechar el momento y no echar de menos esos supuestos “años dorados”, porque hay que valorar el presente. Le pareció un título potente y con gacho. Y que reflejaba parte de lo que sucedía en la novela (y en la futura historia de los dos volúmenes siguientes).

En algunos párrafos, el lenguaje es duro, desgarrador. Un lenguaje que hizo que algo se removiera dentro de mí. Entonces no aparté la vista, leí con más avidez incluso, llenándome de palabras, quizás más de las que era capaz de retener, con la impresión de un atragantamiento que no llegó, con una digestión que se intuía pesada y sin embargo no lo fue.

Un lenguaje demasiado real.

La realidad a veces es demasiado real.

Está narrado desde la perspectiva del protagonista. Principalmente en tercera persona, aunque intercala con la primera persona. Todo está contado desde los ojos de Toni, ese chico con el que el lector se identifica, que le hace recordar sus vivencias a esa edad, quizá diferentes, pero dentro de una proximidad temporal que las hace cercanas.

Es un personaje muy bien conformado, creado, descrito…

El autor le da vida y el lector absorbe su sentido.

Benjamín pensó desde un principio en una trilogía, en una historia global, aunque independiente, con un nexo común, pero con la posibilidad de una lectura por separado. Cada volumen con un tema.

Nada de lo que ocurre es aleatorio. Todo tiene un sentido. Es una obra muy trabajada, muy bien construida. Es un escritor con gran habilidad para dejar puntos abiertos y cerrarlos en una situación diferente, en un espacio diferente. Intuyo incluso, en un libro diferente.

Cuando el lector menos lo espera.

Cuando era pequeña solía imaginar que era una viejecita sentada junto al calor del hogar escribiendo mi vida. Que todo lo que sucedía lo iba escribiendo al instante, que todo lo que escribía lo estaba viviendo, como una serie como una película, interpretando, viviendo tal vez como un sueño, siendo siempre una realidad.

Leyendo esta novela he vuelto a tener esa sensación.

En esos momentos nunca me planteaba el final. Conforme pasa el tiempo voy pensando un poco más en ello, aunque suelo apartarlo de la mente para no ser consciente de que cada vez avanzo más deprisa en una historia que yo misma estoy construyendo y cuyo punto final me asusta.

Años Malgastados es un homenaje a la década de los 80. A su literatura, a su música. Un homenaje a ese tiempo que se nos antoja tan lejano y quizá está a una manzana de distancia.

Ese tiempo que parece tan diferente y en el que las cosas han cambiado en su justa medida.

A lo mejor no tanto como nos gustaría.

Puede que más de lo que creemos.

Es una obra muy completa, una historia de amor adolescente, de amistad verdadera. Esa amistad que soporta todo y dura toda la vida.

Está ambientada en Jaén, pero a mí me recordó esas noches de agosto en Miranda de Arga, pueblo de Navarra donde pasaba los veranos. O los inviernos en la plaza del barrio donde vivía en Pamplona. Volví a entrar en aquella tiendecita donde cambiaba mis comics ya leídos por otros que habían pasado por otras manos.

Cómo olvidar aquel primer amor de verano, aquellas noches de ensoñación contemplando la luna. No siempre el primer amor es el verdadero, pero sí el que más nítido aparece en la memoria con el paso de los años.

Hay un gran trabajo de documentación que se aprecia entre las letras de este libro.

A Benjamín le costó escribir esta novela. Comenta que escribió el prólogo en el invierno de 2003, cuando su vida era muy distinta a la de hoy y que a partir de ahí le costó arrancar. La compuso entre altibajos y lugares distintos y después de mil avatares, consiguió terminarla en 2008.

Como el mismo dice: “es una novela muy viajera”.

Los capítulos son cortos y las descripciones de los personajes profundas, tanto en sus rasgos físicos como en el aspecto interno de los mismos: su manera de comportarse, de ser, de actuar.

El mismo autor cuenta que sus personajes tienen algo de él, algunos más, otros menos. En una novela siempre queda plasmado el autor. Queda expuesto, a veces demasiado, aunque también es cierto que el resultado final, como suele decir mi profesor del taller de narrativa al que suelo asistir, siempre es un artificio y eso es lo que hace que el lector se identifique y haga suyo aquello que está leyendo.

Hay días en los que las heridas supuran porque nunca se han cerrado del todo.

Hay días en los que nos anclaríamos al pasado, a un momento concreto, quizás a más de uno y nos preguntamos si aquel tiempo era mejor. Tendemos a creer que la respuesta es afirmativa. Sin embargo, no es así, simplemente es diferente. La vida es diferente a cada paso que damos y así debe de ser. El tiempo tiene que pasar y nosotros hemos de hacerlo con él. Está sujeto a cambios de la misma forma en que nosotros también lo estamos.

Esos días nos volvemos nostálgicos y nos embarga la tristeza de una manera diferente.

En esos días, yo leí este libro.

Y sonreí al volverme a ver con aquel pelo cardado imposible de desenredar cada mañana y que acabó con docenas de peines desdentados. Debo de confesar que entonces no me parecía nada gracioso.

Y volví la vista al frente y continué caminando.

El final es sorprendente y deja esa intriga de los finales de temporada de las series de televisión.

En espera de la próxima temporada.

En este caso, de El mal que los hombres hacen, segunda entrega de la trilogía.
Debo reconocer que me gusta esa sensación última. Esa incógnita que deja el autor.

Así que continuaré con ese amor adolescente que dura toda una vida y con esa diversión juvenil que gira en torno a una ciudad, unos libros, unos discos y una amistad inquebrantable.

“Quise quemarme en aquellas llamas y arder por toda la eternidad. Quise morar en aquellos ojos y vivir para siempre en su luz. Pero nada de lo que quise sucedió”.
Años malgastados. Benjamín Ruiz.


6 comentarios:

  1. Me encanta como escribe Benjamín Ruiz, sin duda es una oda a la amistad, y el final....

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    1. Sí, escribe muy bien Benjamín. Es un buen final aunque te mate la intriga.

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  2. “Quise quemarme en aquellas llamas y arder por toda la eternidad. Quise morar en aquellos ojos y vivir para siempre en su luz. Pero nada de lo que quise sucedió”. ¡Qué frase más interesante has puesto, no sólo por la belleza que encierra sino porque de alguna manera encierra la novela. Es una magnífica reseña de una gran obra.

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    1. Elegí esa frase exactamente por lo que has dicho. Me pareció bella y que decía muchas cosas. Como bien indicas de alguna manera encierra la novela.
      Gracias por tus palabras, Emily. Me alegro mucho de que te haya gustado.

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  3. Arancha, amiga; una estupenda reseña. Voy a intentar hacerme con el libro ahora que estoy dedicando mi tiempo más a la lectura que a la escritura.Escribes una frase que me ha resultado curiosa cuando te refieres a la época de los 80 como un tiempo tan lejano, un tiempo diferente... Para mí fue la época de afianzar la estructura de mi vida, de no volver la vista atrás, de seguir adelante. Ya estaba todo hecho, pero no... la vida siempre tiene un próximo capítulo, mientras existimos. Un beso, Arancha, me ha gustado mucho esta opinión escrita de la novela de Benjamín Ruiz. Estoy descubriendo unas "nuevas plumas" de gente joven que me encantan y me recuerdan aquella mi juventud en la que me entusiasmaba la literatura de Carmen Laforet, Dolores Redondo, etc.

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    1. Gracias por tus palabras, Magda. Es un libro muy bonito que a mí me ha hecho recordar muchas cosas. En mi memoria los 80 se antojan lejanos aunque quizá no tanto como creo.
      Me alegro de que te haya gustado la reseña.

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