jueves, 5 de enero de 2017

UNA SONRISA DE COLORES


Hoy hace mucho frío en Pamplona. Las previsiones dicen que la madrugada va a ser gélida. El tiempo invita a quedarse en el sofá, con una manta y una buena lectura o película. Sin embargo, es cinco de enero, tarde de cabalgatas y miradas brillantes de niños a su paso. Noche de emociones y e insomnio esperando la llegada de los Reyes.
Recuerdo aquellos días de mi infancia en que los nervios se apoderaban de mi hermana y de mí. Cuidábamos todos los detalles. No había árbol de Navidad en aquella época en casas. Poníamos los zapatos en la puerta del balcón y  la dejábamos sin cerrar para que los Reyes pudieran entrar. Cuando se marchaban la dejaban cerrada. Por supuesto, no faltaba un cuenco de leche y unas galletas. En una ocasión, nos olvidamos de dejarla abierta y nos dejaron los regalos en aquel balcón del séptimo piso. Más de una vez nos preguntamos cómo podían subir hasta allí, pero el hecho de que fueran magos nos daba la respuesta.

balls, bow, boxes
Imagen de: Pexels.com
Hace dieciocho años, estaba en esta misma casa con mi hija, que entonces tenía cinco meses. Estábamos solas. Alberto tenía que trabajar. Entonces había una cabalgata en el barrio. Recuerdo que aquel año los Reyes iban a caballo. No había mucha gente y yo podía verla desde la ventana de la habitación. No se por qué, pero apagué la luz y me acerqué a la ventana con mi hija en brazos para ver pasar a los Reyes. Estaba emocionada, viviendo una situación a la que no estaba acostumbra, acompañada de una personita que hacía que viera las cosas de otra manera. Esperaba expectante. El momento no se hizo esperar y antes de que me diera cuenta los Reyes magos estaban pasando por debajo de mi ventana. Yo los miraba sin atreverme a abrir la ventana para que no me vieran. No obstante, Gaspar levantó la vista y me vio, se llevó la mano a la boca y nos lanzó un beso. Desde aquel instante fue nuestro rey favorito. Sonrío al pensarlo. La de veces que le he contado la historia a Lurdes. Hoy mucha gente vivirá esta noche a través de la mirada de sus pequeños.

Mi prima Nekane que apenas se ha estrenado en la aventura de ser madre transmitirá su emoción a Ian que con apenas dos meses todavía no puede disfrutar de las navidades. Será ella quien dentro de unos años le cuente todo lo que él no recordará y ella no podrá olvidar.

¿Quién no ha tenido vivencias iguales o parecidas?


Para mi amiga Fany, todos los días tienen un carácter especial. Hugo, su nietecito de dos años le arranca una sonrisa cada día. No importa lo cansada que esté, ni lo duro que haya sido ese día. Sabe que al entrar por la puerta le esperan las caricias y los besos de Hugo, fuente inagotable de cariño recíproco.
Hoy no puede ser menos. Dentro de un rato, cuanto estén los dos en la cabalgata, mi amiga rememorará cuando de pequeña recibía la llegada de los Reyes Magos con su hermano. Pensará en esa foto en la cual están juntos con sombreros mejicanos jugando con camiones.

La imagen puede contener: una o varias personas, personas durmiendo, anillo, primer plano e interior
Imagen extraída del Facebook de Fany Bm.
Quizá esta noche, después de la cabalgata, Hugo se siente en su regazo y le diga:
-¡Cuéntame un cuento, Abuelita!
-¿Ahora?
-Si, ahora, dirá él. Un cuento bonito. ¿A ti te contaban cuentos?
-No, yo leía muchos. Mi abuelo me preguntaba siempre por qué leía tanto.
Supongo que al decirle eso, se acordará de su abuelo y habrá emoción en su voz. Por mi parte yo la imagino narrando historias a su familia.
Su relato comenzará así:
-Había una vez un niño que pintaba la sonrisa de colores a su abuela…¡
Al terminar, Hugo se irá y regresará con sus pinturas. Volverá a sentarse encima de su abuela.

-¿Qué vas a hacer, cariño? -preguntará Fany.
-Pintarte la sonrisa de colorines, como ese niño.
Abrazará al pequeño y le llenará la carita de besos con los ojos brillantes.

Si damos un paseo por nuestros recuerdos seguro que todos tenemos alguno relacionado con la noche de Reyes. Una noche especial y mágica para los más pequeños y también para los que no lo son tanto. 
Todos tenemos instantes entrañables de los que acordarnos de vez en cuando y que son mirados con una perspectiva distinta, cada uno la suya.

No es importante la cantidad ni la calidad de los regalos, en algunos casos no los habrá. El detalle más insignificante para unos se convierte en el más valioso para otros. Las cosas pequeñas se convierten a menudo en las más grandes.

Lo que de verdad vale la pena es aquello que compartimos y disfrutamos al máximo.
Hay que hacerlo sin demora. Puede que a corto plazo no haya ocasión.


Las navidades tocan a su fin. La vuelta a la normalidad nos espera, pero antes, traspasemos el espejo como Alicia y volvamos a la inocencia de nuestra niñez.

2 comentarios:

  1. Que cosas nos cuentas, arantxa, de esass que se vivían antes!! De incertidumbres! Sueños! Y mucha ilusion! Enhorabuena por tu blog!

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  2. Yo creo que has tenido que emocionar a Fany (me he emocionado hasta yo). Este día para mí es especialísimo. Unas horas después de la cabalgata ingresé en el hospital para convertirme en mamá por primera vez (aunque tardó un poco y nació en la madrugada del 7). No he tenido mejor regalo nunca.

    Besos

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