jueves, 14 de mayo de 2020

RESEÑA DE: TODO EL MUNDO ES GILIPOLLAS (Y TÚ MÁS) - EBA MARTÍN MUÑOZ



TITULO: Todo el mundo es gilipollas (y tú más)

AUTORA: Eba Martín Muñoz

GÉNERO: Fantasía urbana






SINÓPSIS:

Mikel es un vendedor de zapatos que aspira a ser escritor. La misma mañana en la que ha quedado con un agente literario interesado en él, todo comienza a torcerse y las desgracias se le agolpan por el camino. Después de despedirse de su trabajo en la zapatería, recibe una visita de lo más inesperada, una visita que será el germen de una aventura sin precedentes para recuperar la felicidad. Acompaña a Mikel en este viaje épico transdimensional lleno de sorpresas, amor, humor y mucho más. 

Todo el mundo es gilipollas estaría enmarcada dentro del género de la fantasía urbana aunque coquetea con otros géneros y temáticas como son la ciencia ficción, el humor, los viajes temporales, la novela gótica, y el amor en su concepción más amplio y puro.



OPINIÓN PERSONAL:

En un tiempo indeterminado en el que las horas pasan lentamente y sin apenas más escenario que las habitaciones de casa, la lectura es un bálsamo contra el hastío y la rutina. En esta situación inesperada que está dejando una estela de ausencias, dolor e incertidumbre, la lectura e incluso la escritura, ayuda a mantener la mente ocupada y no pensar demasiado. 


Miré en las estanterías y allí estaba Todo el mundo es gilipollas (y tú, más), de Eba Martín Muñoz. 

En cuanto lo vi, no necesité buscar más. 

Llevaba tiempo queriendo leerlo, pero por una razón u otra, al final lo había ido postergando. Quizás no había llegado su hora o tal vez el frenético ritmo del día a día no me había permitido hacerlo. 

Hasta ahora. 

El azar o la vida misma, quiso además que fuera el elegido para la lectura conjunta de un grupo de Facebook dedicado a la literatura. Una señal más de que era el momento idóneo para leerlo. 

Conozco a la autora desde hace tiempo, y recuerdo con cariño la primera vez que hablamos. Ella había escrito las dos primeras entregas de la saga Seres malditos y yo había escrito mi primera reseña literaria. 

Me animó a leer sus libros y a escribir una reseña y yo me animé a hacerlo. 

A partir de ahí vinieron más libros por su parte, más reseñas por la mía, conversaciones telefónicas y mensajes cuya asiduidad a veces se dilata demasiado en el tiempo. Pero esa amistad sincera está ahí, no caduca. 

He leído casi todos los libros de Eba y sabía que este tampoco me decepcionaría, siendo consciente de que me iba a encontrar con una historia muy diferente a las anteriores. 

Otro valor añadido en el libro es la cuidada edición y la belleza física del mismo. Es una obra realizada con mimo por la editorial. Las ilustraciones interiores y las que protagonizan tanto la portada como la contraportada son magníficas y acordes con la historia. La tipografía no es siempre la misma, cambia dependiendo de lo que está contando. Es original y sorprendente y todo en conjunto contribuye a que sea una novela muy atractiva tanto en el fondo como en la forma. 

Lo comencé a leer con expectación y, a medida que iba pasando las páginas, fui constatando lo que ya suponía. Eba es capaz de adaptarse a cualquier género sin importar lo alto que tenga el listón. También sabía que lo superaría sin problema y lo ha hecho manteniendo su estilo sencillo a la par que extremadamente cuidado.Ha calculado cada detalle, cada anécdota. Ha conseguido que durante el tiempo que dura la lectura, el lector olvide sus problemas cotidianos. 

El tono humorístico e irónico hace que sea fácil evadirse de la realidad y sumergirse en ese plano surrealista y absurdo, en ese caos que aparentemente se ve reflejado en la novela. Y digo aparentemente, porque detrás se halla una historia muy bien construida. Con humor, la escritora lleva al lector por el camino de un aprendizaje que tiene lugar a lo largo de todo el libro y que no le dejará indiferente al terminar. No importa el orden, no importa los saltos que da en el tiempo, el lector se amolda a ellos fácilmente. Y lo hace porque Eba maneja la pluma con maestría y sabe conducir a los lectores por la senda que ella ha marcado. 

Nos encontramos con una obra en la que el amor es importante. No solo el amor físico, el amor en el más amplio sentido de la palabra. Aunque está catalogada como ficción urbana, lo cierto es que dentro de la misma obra hay coqueteos (como apunta la introducción) con otros géneros. Lo que hace que esta novela tenga una riqueza literaria que otros libros no tienen.

La novela tiene un ritmo ágil, incluso vertiginoso, muy característico de la autora. No cabe en esta obra un bostezo o un segundo de aburrimiento. 

Como es habitual también, las descripciones de los lugares son magníficas. No es difícil visualizar cada escenario descrito. 

Me reí mucho y las horas pasaron volando mientras leía, quería más. Hacía tiempo que no leía con tanta avidez, e intensidad. No recuerdo la última vez que lo hice, que me transporté a una ficción que me hizo pensar en mi propia ficción. 

No es necesario buscar siempre una razón lógica a todo, ser ilógico también tiene su encanto y hay momentos en los que hace falta. 

En ocasiones, es necesaria la sinrazón. 

Incluso una pequeña dosis de locura. 

No podían faltar las referencias a Edgar Allan Poe, o a alguna de sus otras novelas. Detalles llenos de ternura y cariño. Un guiño a su inspiración. 

Antes de cada capítulo, hay una cita que hace alusión a la estupidez. Tal vez sí seamos todos un poco gilipollas, por lo menos en alguna ocasión. 

Me dejé llevar. 

No sabía el destino y tampoco necesitaba saberlo. 

Durante la lectura, en más de una ocasión, aparqué la misma durante unos segundos para pensar qué habría hecho yo en el lugar del personaje principal. También me pregunté en qué momento de la historia me hubiera gustado vivir. Incluso imaginé que era ese personaje histórico a quien siempre he admirado o cuya vida me ha generado curiosidad. 

A lo mejor sí he estado en otros lugares y en otros cuerpos antes de este. 

También después. 

Me hizo gracia imaginarlo. 

Y en cada una de esas ocasiones, después de la disertación, volvía de nuevo a las páginas del libro, dejando de lado el insistente latido de los segundos. 

En el tiempo que estuve con la lectura, que no fue mucho, me convertí en cada uno de los personajes y viví cada una de las situaciones. Lo hice con humor, siendo testigo de cada historia interna, cómplice del amor, de las malas decisiones tomadas y de las buenas. Al fin y al cabo somos el resultado de nuestras decisiones, de las correctas y de las incorrectas. 

Me di cuenta de lo necesaria que es la risa. 

Durante ese tiempo, dejé de ver las calles vacías y las llené de fantasía, de abrazos que ahora tengo guardados en un cajón, de versos que escribiré cada día, de aplausos que seguirán resonando en mi mente cuando ya nadie aplauda. 

Cuando todo sea un recuerdo. 

Me alejé de la soledad. 

Al terminar, sonreí y dejé el libro sobre mi mesita de noche. Para volver a él de vez en cuando y llenar de luz la oscuridad de mis noches insomnes. 



«Abro la boca horrorizado. La sala se ha congelado, incluso el salto de Urano hasta la mesa ha quedado suspendido en el aire. Trato de despertar a Carla, pero su cuerpo comienza a parpadear y a convertirse en humo. Todo a mi alrededor desaparece. Yo desaparezco también. Soy humo. Soy nada.»

Todo el mundo el gilipollas (Y tú, más) / Eba Martín Muñoz