viernes, 19 de octubre de 2018

EL JARDÍN DE LOS POETAS (MIRANDA DE ARGA)





" Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla,
y un huerto claro donde madura el limonero;
mi juventud, veinte años en tierra de Castilla;
mi historia, algunos casos que recordar no quiero".
Antonio Machado/ Retrato




Me gusta Antonio Machado, me gustan sus poemas, sobre todo éste cuyos primeros versos he escrito. Sus recuerdos, sus reminiscencias al pasado. Me gusta su claridad, su nostalgia, ese huerto donde madura el limonero.

En el pueblo, junto a la casa de mis padres también hay un huerto, muy pequeño, donde maduran los tomates y no hay limoneros.

En mi historia, esa que escribo cada día, existen también instantes de los que me gustaría no acordarme. Sin embargo recuerdo otros muchos agradables a menudo.

Si la infancia de Machado eran recuerdos de un patio de Sevilla y su juventud, veinte años en tierra de Castilla, mis años infantiles y mi adolescencia lo son de las calles de Miranda de Arga, de sus montes, de la placeta que hay frente a nuestra casa. Recuerdos que me vienen a la mente y me devuelven a aquella época.

Cuántas tardes de juegos, de confidencias, de alegrías y también de alguna que otra pena.

Cuántos veranos de días interminables en los que el tiempo parecía no pasar.

Cuánta nostalgia de un ayer que se escapa entre los dedos.

Cuán rápido pasa el tiempo ahora y qué lejos está aquella juventud.

A pesar de todo, no volvería atrás. No anhelo volver a tener veinte años. Me gusta recordar aquella época, revivirla en la mente y sonreír mientras lo hago.

Hace unas semanas fui a Miranda para celebrar el cumpleaños de mi padre. Era domingo, un domingo soleado de septiembre. Creo que leí que era el último día del verano, a lo mejor era el primero de otoño. No me acuerdo bien. En realidad, no tiene importancia.

Aproveché para visitar El Jardín de los Poetas. Había estado una vez allí, había leído algunos de los poemas que habitan ese lugar y había contemplado sus bellas flores.
Ahora también hay uno mío.
Dedicado a Mari Carmen Iradiel.


Grabado por Pedro Pérez, su marido, en madera de nogal, un nogal del padre de Mari Carmen que se había secado.

Pedro se quedó con una tabla de esa madera.

Se convirtió en el marco perfecto para el descanso de unas palabras dictadas que guiaron mi pluma.

Sin su arte y su maravilloso trabajo, el poema no luciría igual.
Sé que le costó trabajo grabarlo.

Quedé con Pedro para agradecerle su trabajo, para ver de primera mano cómo había quedado, puesto que aunque había visto fotos, estaba segura de que no era lo mismo. 

Mientras iba de camino al Jardín iba recordando pasajes de mi juventud y me iba emocionando. Les conté algunas anécdotas a mi marido y a mi hija.


Conocí de su mano la historia del jardín. Era un espacio no cuidado y lleno de maleza. Él y Koldo Laguardia tuvieron la idea de limpiarlo y cubrirlo de flores. 


Pedro, hábil con la madera, talló los gigantes de Miranda en el tronco de tres pinos que habían sido talados.

Más adelante lo llenaron de versos tras observar que había gente que se sentaba allí a descansar tras subir la cuesta. Pensaron que era una buena idea que quien se parara pudiera leer las rimas de poetas de todos los tiempos entre los que se encuentran Becquer, Quevedo, el propio Antonio Machado, Pablo Neruda...




Entre ellos, está el poema de otra mirandesa, Rebeca Elizalde, que dedicó unos bellos versos a sus abuelitos y que también están grabados en una lámina de madera.


Y junto a esos versos están los míos.

Yo los escribí, pero ella me susurró las palabras.

Me dicen que es muy acertado. No podía ser de otra manera, me dejé guiar y mi mente guardó aquello que debía escribir.

Al terminar lo dejé reposar un instante.

Entonces lo leí.

Y me emocioné.

Y estaba segura de  que emocionaría a los demás. Que sabrían captar el mensaje, la esencia de cada verso, de alguna que otra rima.

Sabía que estaría bien custodiado por otros poetas y que daría luz al jardín. Esa luz brillante que Mari Carmen desprendía.

En aquel momento pensé que iba a ser difícil escribir otro poema tan bello.
Aquel domingo, al leerlo de nuevo y después de escuchar las palabras de Pedro, supe que nunca escribiré nada tan especial.




Cada amanecer al abrir la ventana
el viento me trae tu voz
y minúsculas gotas de luz
besan con suavidad
el rocío de la madrugada.

Te imagino más allá de las nubes
mientras riegas las plantas del jardín
acariciando cada pétalo
con la delicadeza de un tacto etéreo
que da pespuntes de alegría en cada rincón.
En primavera se engalanarán las flores
y en otoño al deshojarse las rosas
se esparcirá tu perfume
entre poemas y rimas
que perduran en el tiempo.

Cada anochecer al cerrar la ventana
un reguero de estrellas
ilumina el camino de mis sueños
donde tus ojos me miran
y yo vuelvo a estar contigo.


Arantxa Murugarren Arenillas 
El Jardín de los Poetas (Miranda de Arga)