A menudo me asomo a la ventana por la noche y busco esa
parcela de cielo en la que habitas ahora.
Seguro que es esa que tiene el mayor número de estrellas a su
alrededor. La más iluminada para que podamos encontrarla sin dificultad.
Hace ya un año que te fuiste a vivir allí.
Todavía recuerdo todo lo que
compartimos durante ese mes de febrero en aquella habitación. Todas las noches
que pasamos juntos. Noches de acampada las llamábamos: ¿Te acuerdas? Yo llegaba
cargada con la mochila donde guardaba la cena y la manta con la que me cubriría
en la madrugada y te decía: ¿preparado para acampar? Tú te reías. Alrededor de
aquel fuego imaginario contábamos historias cual adolescentes de campamento y
mirábamos las estrellas. Las mismas que ahora contemplo yo sola.
Muchas veces odio a las nubes por taparlas, por no dejarme que te de las buenas noches.
Recuerdo todas y cada una de las conversaciones que mantuvimos. Esas se quedan para mí. Serán siempre algo entre tú y yo.
No siempre iba a dormir. Cuando nos tocaba pasar la tarde juntos,
veíamos La ruleta de la suerte y nos reíamos de lo zoquetes que eran algunos
concursantes. Después de comer y antes de echar una cabezada era el turno de ver
“Saber y ganar”. Ahí admirábamos a los participantes y celebrábamos cuando
acertábamos alguna respuesta. Nunca faltaba alguna alusión a Jordi Hurtado, sempiterno
presentador que está igual que hace veinte años.
Cuando estoy triste me acuerdo de esos instantes y me pongo
contenta.
Todas las mañanas al subir las persianas también miro en
dirección a tu nuevo hogar y te imagino de pie en el balcón con una sonrisa y
saludando al tiempo que vigilas que estemos bien. Yo suelo correr las cortinas
para que nos veas, luego poso la vista en la fotografía que hay en el salón y
te doy los buenos días.
Hace un tiempo soñé contigo. Estábamos todos sentados a la
mesa comiendo, tú también estabas. Era un cumpleaños. De repente, me di cuenta
de que era imposible que estuvieras allí. Entonces te levantaste de la mesa, me
miraste y me guiñaste un ojo. Antes de que te dieras la vuelta y te marcharas
acerté a decir: “Te echo de menos”. Me desperté sobresaltada pero con la
sensación de haber estado contigo realmente. Ese día me pasaron cosas buenas.
Cada vez que hago croquetas sonrío pensando en ti. Siempre en
los cumpleaños venías a la cocina a comerte una. Yo te reñía, pero la cogías
igual. Sabías que no me enfadaba de verdad. La primera sigue siendo para ti, aunque
ahora me la coma yo. Hace una semana, Alberto entró en la cocina y dijo: “con
tu permiso hermano”. Agarro una croqueta de pollo y se la comió. En momentos
como ese sonreímos.
Alberto se acuerda mucho de vuestra última noche juntos. La
revive muchas veces a lo largo de los días. Se alegra de que le escogieras a él
para pasar las últimas horas antes de irte. Y Lourdes se acuerda del cojín que
te llevó para que pudieras dormir mejor y que no llegaste a utilizar. También
recuerda el último beso que te dio y de lo que le dijiste en ese momento. Yo no
te despedí con un beso porque olía a las salchichas del bocadillo que le había
preparado a Alberto.
Me alegro de que me esperaras a la mañana. Ahí si te pude dar
un beso y agarrarte de la mano. Alberto hizo lo mismo. Tu madre te acarició la
mejilla y así, tranquilo, te fuiste.
No hubo tiempo de decir adiós. Un año después sigo sin querer
hacerlo. De hecho creo que me negaré siempre a despedirte.
Al igual que te dije aquella noche que viniste a visitarme:
TE ECHO DE MENOS,
ARTURO
LOS DEMÁS TAMBIEN LO HACEN.
El tiempo
avanza deprisa. Nuestros pasos son lentos y el camino es escarpado. En algunos
tramos nos cuesta levantar los pies. Tu memoria se mantiene incólume dentro de
nosotros y calma ese dolor que va más allá de tu ausencia, de ese silencio que
grita y nos cae encima como una losa en fechas señaladas.
Está nublado
hoy el día. Al fondo, abriéndose paso, se vislumbra un claro.
Es precioso el sentimiento de saber que Arturo existe, porque entre otras cosas vive en ti ...
ResponderEliminarArantxa te felicito por esta entrada, que no solo es emotiva es además esperanzadora, porque nadie muere si no lo dejas irse de tu corazón
Te daré un abrazo
Muchas gracias por tus bonitas palabras, Araceli. En ocasiones hay que dar voz a todo el sentimiento que uno alberga por dentro. Mi forma de hacerlo es escribiendo y compartiéndolo. Me alegro de que te haya gustado.
EliminarEspero ese abrazo.
Hermoso, expresas el sentimiento de forma sencilla y clara. La frase "Muchas veces odio a las nubes por taparlas, por no dejarme que te de las buenas noches" me ha encantado. Felicitaciones amiga.
ResponderEliminarMuchas gracias Per! Me alegro mucho de que te haya gustado. Ya sabes que valoro mucho tu opinión. Un abrazo fuerte.
EliminarMuchas gracias Per! Me alegro mucho de que te haya gustado. Ya sabes que valoro mucho tu opinión. Un abrazo fuerte.
EliminarNo conocía tu blog. Me quedo por aquí.
ResponderEliminarQue precioso texto, lleno de emociones.
Precioso... como las estrellas. Un abrazo
ResponderEliminarArancha, muchas gracias por la decisión de querer compartir ese lugar de tu corazón donde dolor y amor se encuentran en partes desiguales, pienso yo. Porque aun con dolor es amor lo que rezuma el relato, la victoria de la vida, de los pequeños detalles que nos dejaron y que nos unen para siempre a quienes hemos amado.
ResponderEliminarMI PARCELA DE CIELO
Hay una parcela de cielo que será mi casa.
No termino de acomodarme en esta vida.
Tengo nostalgia de mi futuro,
Tengo ganas de encontrarme con mi Creador.
Quiero contar esta esperanza
Como cuentan estrellas los niños.
Quiero conocer cada estrella, cada nombre,
Cada oscuridad y cada orfandad.
Quiero iluminar el universo entero con mi parcela de cielo.
Hermoso recuerdo, entrañable, amoroso. Melancólico y esperanzado a la vez. No se quien es Arturo -supongo que alguien muy amado por ti- seguro que desde esa ventana de la más brillante estrella, ha sonreído al ver tus palabras en papel y te ha enviado un beso. Un abrazo Arantxa.
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