domingo, 30 de diciembre de 2018

AQUELLO QUE FUIMOS. PILAR MUÑOZ ÁLAMO


TÍTULO: AQUELLO QUE FUIMOS.

AUTORA: PILAR MUÑOZ ÁLAMO.

GENERO: NARRATIVA.







SINOPSIS:

En plena juventud y tras cuatro años de ausencia, Blanca regresa a su Málaga natal arrastrando una maleta y un pasado que no sabe si podrá afrontar.
En otro punto de la ciudad, un año más tarde, Víctor recibe una llamada de teléfono en relación con Fuensanta, su madre, que pondrá su vida en jaque dejando al descubierto una estela de engaños en la que todos se verán implicados, hasta descubrir una oscura verdad.
Vidas con diferente origen, fuertemente marcadas por decisiones propias o ajenas de aparente insignificancia. Futuros rotos que requerirán un máximo de valor, fuerza y coraje para poderlos superar.

OPINIÓN PERSONAL:

En ocasiones las historias sencillas son las más complicadas de escribir. A pesar de su aparente sencillez, llevan un entramado tan bien hilado, tan bien construido que el lector se deja llevar por esa prosa que fluye y para cuando se da cuenta ya está tan inmerso en la historia que se siente parte de ella.
Y una vez ahí, la disfruta de tal manera, con tal intensidad, que no es consciente de cuanto ocurre a su alrededor y vive pendiente de todo lo que acontece entre las páginas, en el interior de esas circunstancias que discurren en un plano paralelo a su propio entorno y que por un momento se convierten en su realidad.
Eso me pasó a mí con Aquello que fuimos, una historia tan bien elaborada y construida que parece sencilla. La autora ha ido tejiendo con tanta habilidad y  firmeza la trama y las subtramas que el resultado es una excelente historia de contenido profundo que emociona al lector.
Dos historias paralelas, dos vidas aparentemente distintas, con un año de diferencia, intercaladas y contadas de manera distinta. Una en primera persona y otra en tercera. Las dos en pasado. A lo largo de los capítulos se va conociendo a los personajes, creándose un vínculo con los mismos..
Y las historias se van acercando, creándose nexos de unión, coincidencias y situaciones que terminan siendo una.
Los diálogos son directos, cuentan lo necesario sin explicar más de la cuenta, la escritora sugiere y el lector entiende.
Lo leí hace ya un tiempo y desde entonces he estado buscando las palabras exactas para definir todo lo que este libro me hizo sentir, todo lo que sigo sintiendo semanas después. Y mientras, él va cosechando todos esos éxitos que tanto él como Pilar Muñoz, su autora, se merecen.
He leído varios libros de esta escritora. El primero que leí fue ¿A qué llamas tú amor? Formaba parte de una actividad de un grupo de Facebook llamada El libro viajero. Consistía en que la autora prestaba el libro pasaba por aquellos lectores interesados en leerlo. Al finalizar la lectura había que dejar una dedicatoria a la autora con la fecha y el lugar y pasarlo al siguiente de la lista. Es muy enriquecedor tanto para autores como para lectores.
De esta forma conocí a Pilar Muñoz y empecé a seguir su trabajo.
Tiempo después publicó Un café a las seis, novela que devoré en dos días y me gustó mucho. Entonces contacté con ella a través de las redes sociales.
Ya desde el principio sabía que me iba a gustar porque aunque se advierte su evolución con respecto a sus anteriores escritos, esa forma sencilla de transmitir y que conforma su estilo, se mantiene,
Aquello que fuimos es una novela intensa, con mucho contenido, con intriga, la que la autora imprime a lo largo de la novela y sobre todo al final de cada capítulo. Va desgranando poco a poco la historia, en pequeñas píldoras que el lector traga esperando que alivie su ansiedad hasta la siguiente. Sin embargo, la aviva y hace que quien está leyendo continúe sin descanso, apurando hasta la última línea de la página, del siguiente capítulo.
Se abordan temas muy duros, pero Pilar lo hace con cuidado, de forma natural, sin entrar en detalles crudos, sin morbosidad. Eso no hace que sean menos difíciles o que el lector se implique menos. Al contrario, consigue una complicidad que va más allá de las letras.
Queriendo en todo caso saber más, acompañar a cada personaje, aliviar su dolor, contagiarse de su risa.
Es una historia de reflexiones, de seguir adelante, de convivir con el pasado e intentar que no se interponga en el futuro. De saber cómo vivir a pesar de lo sucedido, a pesar de ese instante que cambia el rumbo de los acontecimientos y por tanto modifica también el curso de la vida.
Mientras lo leía recordé pasajes de mi juventud, cosas que me hubiera gustado cambiar y fui consciente de que a pesar del paso del tiempo lo que somos no deja de ser «aquello que fuimos». Aun cuando nuestro entorno sea diferente y creamos que nosotros también lo somos, la base, nuestra esencia, siempre está ahí.
A pesar de que sintamos que la vida nos ha pasado por encima.
Todos los personajes están muy bien definidos y conformados. Es fácil empatizar con muchos de ellos.
Conforme iba avanzando en la lectura se iba creando un debate entre mis sentimiento en cuanto a Blanca y a su madre. Un tira y afloja. Me ponía en el lugar de la madre, de la hija, de las dos en conjunto. Me resultaba difícil decantarme, identificarme solo con una de las dos.
Más adelante me pasó lo mismo con otros personajes.
Son verosímiles. Con sus defectos y sus virtudes. Cometen errores que no saben como enmendar y de los que intentan aprender.
Y los asumen, y lloran al reconocer que se han equivocado.
Y tienen momentos buenos y otros que no lo son tanto.
Como todo y todos en la vida.
Es en esos instantes cuando es fácil acompañarles y sentir que les tiendes una mano escuchando lo que están contando a través de las palabras.
A veces nuestro destino está marcado por los actos de otras personas y nos convertimos en el daño colateral de unas decisiones que no hemos tomado.
También el de ellos.
Uno de los días, mientras leía sentí la necesidad de llamar a mi madre. Hacía días que no hablaba con ella. Dejé el libro y la llamé.
Ni siquiera miré la hora.
Solo descolgué el teléfono y marqué.
Estuve un rato hablando con ella, rememorando aquellas conversaciones que teníamos cuando era adolescente y me acercaba a su cama cuando mi padre trabajaba de noche. Entonces no necesitaba excusas ni un motivo para hacerlo.
En esta ocasión tampoco fue necesario.
Únicamente quería oír su voz.
Al colgar sonreí.
Me pregunté cuánto tardaría en volver a llamarla.
Me prometí hacerlo pronto.
Hay tanto que decir de esta novela que, aunque me extendiera sobremanera, se quedarían muchas cosas en el tintero.
Nada y todo es lo que parece. A medida que van pasando los capítulos, la madeja se va desenredando y las piezas van encajando una a una hasta que se completa el puzle, hasta que todo se aclara. Es un viaje al centro de los sentimientos, de las palabras no dichas, de la vergüenza, del que dirán.
Pero todo eso no importa cuando se quiere de verdad, al final todo queda relegado a un segundo plano y lo importante es lo que prevalece.
No tardé en leerlo, ya que el estilo que imprime la autora con capítulos no muy extensos y frases cortas combinadas con largas le da ritmo y hace sencilla y ágil la lectura.
Recuerdo que al llegar al final dejé de leer durante unos días. No quería terminar, no quería pasar página y dejar el libro en una estantería relegado al olvido. No quería olvidar.
Pensaba que así alargaría el recuerdo de las palabras, de las vivencias, que me mantendría dentro de la historia, dentro de esas vidas, de esas casas, vislumbrando esos rostros tan bien descritos, siendo un personaje más de la novela.
Sin embargo, también quería saber el final y dejar espacio para embarcarme en una nueva aventura.
Cuando estaba a punto de finalizar la novela, un segundo antes de pasar esa última página a la que me resistía, supe que no iba a ser tan fácil relegar al fondo de la memoria algo que me había llenado tanto y que lucharía por mantenerse a flote mucho tiempo después.
Por eso no escribí sobre ello antes.
Hasta ahora.
El día que llamé a mi madre, mientras hablábamos, me di cuenta de lo rápido que pasa el tiempo, de que en cualquier momento el camino se corta de forma abrupta y entonces todo se acaba.
A veces con algo por decir y el remordimiento de no haberlo dicho.

Nos quedamos en silencio. Giré la cabeza con lentitud y tomé conciencia del bullicio que  se concentraba allí, en un ambiente que comenzaba a estar cargado de olores corporales mezclados con los aromas culinarios y  las fragancias de los vinos servidos en las mesas que nos rodeaban. No supe cuánto tiempo llevábamos ocupando aquel lugar, con una decena de comensales en pie esperando acoplar el trasero para picar algo. Yo no tenía ninguna prisa en marcharme, estaba a gusto en su compañía, pero me sentí violenta ante la posibilidad de jorobar la buena marcha del negocio; aunque Chema formara parte de la familia, la consumición de nuestra mesa era claramente deficitaria para las arcas de El Trillo. Él no se inmutó. Y yo me vi amparada por su gesto.
Aquello que fuimos / Pilar Muñoz Álamo
(Ganador V Premio literario Amazon 2018)

domingo, 9 de diciembre de 2018

OPINIÓN DE: CARTAS PARA NO OLVIDAR. F. JAVIER BLÁZQUEZ




TITULO: CARTAS PARA NO OLVIDAR

AUTOR: F. JAVIER BLÁZQUEZ

GÉNERO: NARRATIVA/EPISTOLAR

SINOPSIS:

Karol se siente muy afectada por la desaparición de su marido tras acabar la Segunda Guerra Mundial, pero al cabo de dos años comienza a superar su pérdida. Da clases en un colegio y se ocupa de educar a sus dos hijos pequeños. Mantiene correspondencia con una amiga íntima, y con su único hermano.
Cinco años después recibe una carta anónima que contiene un recorte de prensa sobre antiguos nazis en Sudamérica. Al cabo de un mes le llega otra carta sin remitente, y después una tercera misiva con remite. Se trata de su marido, Ernst, ex oficial de las SS. Le dice que por motivos de seguridad no le había contactado antes. Le pide que abandone Alemania con sus hijos y que se vaya a vivir con él a Buenos Aires.
Karol se siente turbada. Daba por hecho su desaparición. Necesita contar con razones de peso para justificar una decisión que va a afectar el futuro de toda su familia. Analiza y sopesa pros y contras. Al final escribe a su marido haciéndole saber su decisión, firme e irreversible.





OPINIÓN PERSONAL:

Hace tiempo que tengo este libro, pero sin motivo aparente o tal vez por uno del que no soy consciente había ido aplazando su lectura.
Cuando lo compré lo guardé en la estantería y hace unos días buscando nueva lectura lo encontré y sentí que era el momento de leerlo.
Comencé a leerlo de noche, como suelo hacer habitualmente y en cuanto lo abrí y leí las primeras páginas supe que no iba a tardar en terminarlo, que la forma en que había sido escrito, fomentaría mi necesidad de saber más. Supe que esa manera de narrar, me iba a tener atrapada durante un tiempo que se antojaría corto.
Bello libro de narrativa utilizando un formato inusual, el epistolar. Está concebido como cartas escritas a y por diferentes personas.
A través de ellas  el lector se adentra en la vida de Karol. Y de su puño y letra conoce aspectos de su pasado y de su presente. Incluso es posible vislumbrar su futuro. 
Es un libro ágil, los capítulos son cortos y anima al lector a seguir leyendo para conocer qué hay detrás de cada personaje, para acompañarle en sus aventuras y ser aliento en sus instantes malos. Aunque no describe a cada uno de forma explícita, de manera inconsciente o tal vez demasiado consciente están plasmados sus rasgos y su manera de ser a través de los escritos de cada uno.
El autor les deja que cuenten, que hablen, que digan todo cuanto quieren expresar.
Y el lector comprende sus vidas, las razones de unos, las manera de comportarse de otros. La necesidad de desahogarse de casi todos.
Y se deja llevar por las palabras, por los gestos descritos, por las noches de lluvia y el aroma a tierra mojada que queda después. Se deja acunar por esa nostalgia y ese deseo de cambio, de seguir adelante, por la comprensión de la amiga, por ese cariño de hermano, por la necesidad de explicación en todo caso.
Tiene un contenido profundo, hay mucho plasmado entre líneas, en los espacios vacíos, en ese silencio que acompaña a las guerras. En este caso, la Segunda Guerra Mundial. Habla del nazismo, pero no incide en escenas cruentas o dolorosas.
Entre las páginas se advierte la documentación del autor, la pasión por este tema. El escritor desdramatiza y llega al lector, le emociona, le hace sentir.  
Conozco a Javier Blázquez desde hace unos años, no recuerdo bien cuántos, la verdad es que no tiene importancia. Coincidimos en un taller de escritura creativa.
Era la primera vez que me apuntaba a uno. Después de haber abandonado la escritura por circunstancias de la vida, tras varios meses sin trabajo decidí retomar esa pasión que tenía casi olvidada. 
Desde entonces nos hemos apoyado y conversado mucho con el fin de mejorar, constituyendo una amistad que ha ido más allá de las paredes del aula.
Siempre me ha gustado el sentimiento que pone en cada escrito, su habilidad a la hora de describir situaciones y paisajes, de definir cada personaje.
El final de cada carta es muy poético y de gran belleza. 
En general, la mayoría de las cartas tienen tono poético y están dotados de musicalidad.
Algunas las leí en voz alta, como si fuera yo quien las hubiera escrito, o mejor dicho quien las hubiera recibido. En un intento por volver a una época en la que yo también escribía cartas.
Entonces yo era adolescente y me escribía con varias amigas, pero había una en especial con la que intercambiaba pegatinas y recortes de revista en las que salían nuestros cantantes o actores favoritos en aquel momento.
Y éramos felices.
O tal vez no, pero lo parecía. Leyendo el libro sentí la necesidad de volver a leer aquellas cartas que recibí hace tantos años. Cartas cuyos remitentes han quedado relegados a un instante del pasado, convertidos en un recuerdo vago. No todos, pero sí algunos.
Por aquel entonces entablé amistad con gente a la que no conocía y que a través del teletexto buscaban amistad a través de la correspondencia. Una manera de desahogarse también. A veces resulta más fácil hablar con alguien a quien no conoces. Eran gente de aquí y del extranjero. Nos enviábamos fotos para conocernos un poco más. Con alguna de ellas llegué incluso a hablar por teléfono. Conocí gente interesante, algunas madres primerizas como yo.
Después perdimos el contacto.
Sin motivo aparente.
Solo dejamos de escribir.
Me entristece pensar en ello. 
No fue difícil dar con las cartas. Llevan años guardadas en una caja. En alguna ocasión pensé en deshacerme de ellas pero no lo hice. En parte porque es una manera de mantener vivos unos recuerdos que quizás desaparezcan algún día de mi memoria.
Hacía mucho que no las releía.
Hubo un tiempo en que lo hacía a menudo.
Todas y cada una de ellas. Al sacarlas de los sobres me invadió ese olor añejo que adquiere el papel con el paso del tiempo y la nostalgia se adueñó de mí mientras las releía.
Al finalizar sonreí y las volví a guardar en la misma caja y las metí dentro del mismo armario. Hasta que vuelva a sentir la necesidad de cogerlas.
En Cartas para no olvidar hay amor, hay vida, hay ganas de seguir adelante, de continuar por carreteras secundarias sin saber si se volverá a la principal pero con la emoción de un comienzo nuevo.
Y sobre todo, hay cariño, mucho cariño.
Al terminar, antes de pasar la última página y poner punto final a la lectura pensé en lo rápido que pasa el tiempo y lo despacio que parece que vamos nosotros.
Entonces lo cerré y al igual que había hecho con las cartas, lo volví a poner en la estantería, con cuidado, con la misma delicadeza impresa por el autor en cada página de esta bonita historia.

Mientras te escribo, la noche está comenzando a caer. Enseguida oscurecerá. Estoy viendo dibujarse en el cielo unas nubes oscuras que presagian de nuevo lluvia, creo que de forma inminente.

Presiento que se van a acabar pronto las mañanas de verano impregnadas de la fragancia de los frutales en flor, así como la serenidad de las noches calurosas y estrelladas.


Cartas para no olvidar / F. Javier Blázquez.

domingo, 2 de diciembre de 2018

OPINIÓN DE "LA DECISIÓN DE UNA DAMA". TRIXIE GEORGE.


TITULO: LA DECISIÓN DE UNA DAMA

AUTOR:  TRIXIE GEORGE

GÉNERO:  FICCIÓN HISTÓRICA/ROMÁNTICA





SINOPSIS:

Una dama debe sonreír siempre, estar al día de las últimas tendencias de moda y ser amable en todo momento. Además, una dama nunca debe tomar decisiones por sí misma, sino obedecer a las de su padre o su esposo. Eso es lo que lady Verity ha oído toda su vida, y lo que debe poner en práctica cuando llega a Londres dispuesta a encontrar esposo.
Con lo que ella no contaba es con una sociedad llena de hipocresía y apariencias que la sacan de quicio. Tampoco con verse atrapada entre el amor de dos hombres muy distintos… ni con que terminaría enamorándose del único que nunca podrá pertenecerle.
En un Londres lleno de peligros y secretos, Verity deberá luchar por mantener intacto su corazón… y también su vida.


OPINIÓN PERSONAL:

A veces cuando se termina de leer un libro cuesta comenzar otro. Da pereza e incluso pena abandonar a los personajes que nos han acompañado durante un tiempo, y es difícil dejar esos paisajes y lugares visitados en ese viaje o esa historia.

En ocasiones es difícil la elección de una nueva historia que llene como la anterior, que deje en el recuerdo lo que se ha vivido con anterioridad. Y entre el abanico tan amplio de historias y géneros es una tarea casi titánica decidirse por un libro en concreto.

Esta no fue muy difícil. Era la lectura propuesta en el Club de Lectura de un grupo de Facebook. Hacía tiempo que había reparado en ella, que me había llamado la atención su portada y los comentarios que había leído sobre ella, también los textos que la autora había ido insertando en el grupo. Y en contra de mis principios de no leer la sinopsis, lo hice y me llamó la atención así que, a pesar de no tener demasiado tiempo para dedicar a la lectura, me adentré en esta historia que proponía la autora. Me trasladé a Londres en esa época de miriñaques, corsés, tardes de té y bordados junto a mujeres a la sombra de padres o esposos.

Me apetecía leerla, cambiar de género, de registro, sumergirme en el romanticismo de esa ficción histórica. Hacía mucho que no leía una novela de este tipo. 

La comencé después de un día de mucho ajetreo y me trasladé a la historia enseguida, en un intento por olvidarme de cuanto me rodeaba y buscando encontrar un momento de calma a través de las palabras.

Y lo encontré. 

Y me dejé llevar desde el principio por todo lo relatado entre las páginas, por ese lenguaje sencillo alejado de un vocabulario rebuscado. Con ello consigue que sea fácil de leer. Trixie tiene una forma de escribir que huye de párrafos recargados o demasiado largos en las descripciones. 

Aunque muchos autores buscan con ello la belleza, lo cierto es que, a menudo lo que se consigue es el efecto contrario y lo escrito se acaba convirtiendo en un galimatías que la mayor parte de las veces dificulta la lectura.

Me olvidé de cuanto había a mi alrededor y me divertí en esas fiestas que, aunque aburridas para algunos personajes, a mí me resultaron entretenidas, alejándome de una rutina de trabajo y de cansancio.

Es una historia amable, bien narrada y con unas descripciones gráficas que ayuda al lector a transportarse a ese ambiente, a esos salones de baile, a esos escaparates de jóvenes casaderas, a esa sensación de mariposas en el estómago y de cabezas huecas forjadas por la condición de la época.

Combina frases cortas y largas, lo que da dinamismo y ritmo a la narración.

Disfruté del carácter de Verity, el personaje principal. Me gustó su desparpajo.

Ella no deja indiferente a nadie. Es valiente, se enfrenta a la sociedad. Cree en el amor y no en matrimonios pactados. Es persistente y perseverante. Es fácil empatizar con ella gracias a la habilidad de la autora a la hora de crear al personaje, de dotarle de esa independencia que reclama.

En mi opinión todos los personajes están bien definidos. Del mismo modo que es sencillo conectar y sentir simpatía por unos, lo es también sentir antipatía por otros.

En una sociedad donde lo que prima es una mujer sumisa al servicio de su casa, Verity pone el contrapunto interesándose por la lectura y la escritura.

Y alza la voz, aunque no es la única que lo hace.

Se sale de ese cliché establecido. A pesar de estar criada en un convento, no comulga con los dictados propios de la época. Se enfrenta a su padre, a los hombres que hay a su alrededor, a las mujeres que le dicen como debe comportarse.

Mujeres que se escandalizan de su actitud, que viven dentro de una normalidad impuesta y que acatan sin rechistar.

Harriet se dio la vuelta para regresar al despacho del conde y Verity entró de nuevo en el salón de té. Mientras correspondía a las corteses sonrisas de las mujeres, se dijo que había sido una tarde interesante. Seguía sin saber la diferencia entre un ribete y un pespunte, pero al menos ahora tenía material de sobra para fomentar su educación literaria.
La decisión de una dama / Trixie George.

Es el primer libro que leo de esta autora y, aunque no leo libros de romántica muy a menudo, me ha gustado. Sigue una trama bien concebida y desarrollada en la que introduce elementos de intriga, momentos tensos, asaltos, secuestros, elementos propios incluso de novela negra que no desentonan con la historia y la dotan de una profundidad que contrasta con el ambiente liviano de la temporada de sociedad. 

Esa combinación de paisajes divertidos, párrafos escritos en tono desenfadado junto con otros más dramáticos rompe la monotonía y consigue con ello captar la atención del lector, así como darle ritmo a la obra.

Como no podía ser de otra manera, el amor tiene gran relevancia en la novela. Amores  establecidos, prohibidos, verdaderos.
El final, aunque esperado, llega a raíz de un desenlace inesperado.
Trixi George es hábil a la hora de involucrar al lector en la historia, de hacerle cómplice de la misma.

De invitarle a reflexionar.

Al terminar de leer la novela, antes de volver de nuevo a la rutina, eché la vista atrás un momento y pensé que, aunque el mundo evoluciona a pasos agigantados hay ciertos aspectos que siguen ralentizados.

Entonces cerré el libro y me fui a dormir porque hay días en que amanece demasiado temprano.
  
Se durmió enseguida y no fueron los rostros lascivos y rudos los que poblaron sus sueños, sino los ojos de Oliver, oscuros y anhelantes, su sonrisa torcida y sus besos con sabor a vino y a manzana.
La decisión de una dama / Trixie George.





jueves, 15 de noviembre de 2018

MEDIO SIGLO DE VIDA... Y YO A TU LADO



El día que cumplí veinte años me regalaste una tarjeta de cumpleaños con dedicatoria en la que decía:
“Con el corazón en la mano te digo sencillamente: ¡Que vivas muchísimos años y que tu felicidad aumente!”

Y tu añadiste:
“Y con el corazón en la mano, te deseo que tus próximos veinte años sean un poquito más felices que los anteriores y yo forme parte de ellos.”

Han pasado casi treinta años desde entonces y hoy, día en el que cumples cincuenta años, no he podido evitar acordarme.

He buscado aquella postal y he sonreído cuando la he encontrado. Formamos parte el uno del otro desde entonces, desde antes de esa postal, de ese día, de aquel cumpleaños.

Disfrutando, riendo, celebrando los pequeños momentos y apoyándonos en los malos, guiando cada uno los pasos del otro para seguir adelante siempre, aún cuando el camino sea demasiado escarpado.





Cincuenta años, medio siglo de vida, toda una vida.

Cuántas cosas pueden llegar a pasar en cincuenta años.

Cuánto instantes, cuántas alegrías, cuántas historias que contar.

Los sentimientos siguen siendo los mismos y la ilusión de recibir una tarjeta postal de vez en cuando también, aunque ahora nos mandamos mensajes al móvil con caritas con corazones en los ojos.

Como adolescentes.

Me gusta esa sensación de que el tiempo no ha pasado, de que sigue en nuestro interior esa capacidad de seguir siendo niños, de mantener esa juventud que las velas de la tarta y las arrugas en nuestro rostro contradicen.

Son bellas esas arrugas que llevan detrás tantas vivencias. Esas que reflejan que seguimos ahí, impertérritos a las inclemencias del tiempo y que han vivido cientos de primaveras y han acariciado las hojas amarillentas del otoño. Las mismas que han visto el cielo gris en numerosas ocasiones.

Como diría Lourdes, son adorables esas arruguitas en los ojos cuando sonríes.

Recuerdo aquellos días en los que me asomaba al balcón para verte pasar cada mediodía camino de casa después del trabajo o cada noche, dependiendo del turno. Al principio no lo sabías, luego ya sí y me saludabas. Pasabas por la iglesia que había frente a mi ventana. Ella fue testigo mudo de aquellos pequeños instantes que hacían que el día fuera mejor.

Recuerdo también a mi madre llamándome desde la cocina para que fuera a comer y yo buscaba cualquier excusa para justificar que estuviera en el balcón.

Después dejé de asomarme y comencé a bajar a la calle para encontrarme contigo. Y luego ya no nos separamos.

Me gusta pensar en aquellos años, en los que vinieron después, incluso en los que vendrán a partir de ahora. A veces tengo la sensación de que el tiempo ha pasado tan deprisa que apenas nos ha dado tiempo de degustarlo, de vivirlo con intensidad.

Pero todo está almacenado en la efemérides de nuestra memoria, esa que guarda todo, lo bueno y lo malo.

Cuesta pensar en la gente que se ha ido y que con la que hoy te gustaría celebrar esta fecha especial, ese número especial.

Yo sé que hoy vas a celebrarlo con Arturo, sé que vas a ir al Monte Sayoa para sentirte un poquito más cerca de él, para imaginar que puedes tocar el cielo, porque cada vez que vas al monte, sientes su aliento y te confortan sus palabras convertidas en susurros que lleva el viento.

Durante el ratito que estés allí arriba, en la cima, le contarás todo lo que ha pasado desde la última noche que pasasteis juntos.
Sé que le dirás que no has vuelto a ver el Ministerio del Tiempo porque aquel capítulo se mantiene intacto en tu mente y no quieres que se mezcle con otras sensaciones, que se distorsione aquella conversación que mantuvisteis. Y después te irás, sin despedirte, porque las despedidas son tristes y hoy no es un día para estar triste.

Cincuenta años es mucho tiempo para resumirlo en unas pocas letras.

Y demasiado poco, todavía quedan muchos años por escribir.

Cincuenta velas que dentro de otros cincuenta nos parecerán una nimiedad.

Hoy es un día especial, cada día que pasamos juntos lo es y cada vez que miro a Lourdes, nuestra vida se engrandece porque ella representa lo mejor de los dos.

En definitiva, de pequeños momentos salen grandes instantes.

Y cuando los sueños no se cumplen hay que perseguirlos. Tu soñaste los míos y mi mejor sueño es pasar cada día a tu lado.

Ya no necesito asomarme al balcón para verte pasar.

Cada mañana al despertar, te miro para recordarte durante todo el día, para tener la certeza de que siempre vas a estar ahí.

Porque quizá es cierto que no sé escribir poemas de amor pero tengo claro que mi poema más bello siempre serás tú.

No, yo no sé escribir poemas de amor
prefiero soñar contigo
sabiendo que al despertar
estarás siempre a mi lado.
No sé escribir poemas de amor / Arantxa Murugarren.

Tú inspiraste estos versos y ahí seguirán inmortales cuando ya no estemos, recordando todos los años que nos quedan por celebrar.

¡FELIZ CUMPLEAÑOS, ALBERTO!

miércoles, 14 de noviembre de 2018

DIÁLOGOS ANIMADOS CON PERSONAS MUERTAS. IGNACIO LLORET.



TITULO: DIÁLOGOS ANIMADOS CON PERSONAS MUERTAS

AUTOR: IGNACIO LLORET

GÉNERO: RELATO.




SINOPSIS:

En esta decena de relatos escritos con el tono y el ritmo trepidante de una conversación, 10 personas nos cuentan qué supone para ellas haber fallecido, mientras recuerdan algunos episodios de su vida.
En todos esos testimonios, lo que en principio parece una reflexión sobre la muerte acaba siendo una historia sentimental. Y es que, como nos demuestran los propios narradores, el tema preferido de los muertos es el amor.

Siempre bajo la premisa estética de la búsqueda de nuevas formas de expresión en el lenguaje y en la estructura, la última obra de Ignacio Lloret aborda un asunto tan esencial como el anhelo de plenitud en los confines de una existencia digna.



OPINIÓN PERSONAL:

Desde que terminé Diálogos animados con personas muertas, estoy sumida en una sequía lectora a la que no encuentro explicación, salvo el deseo de mantener intactas las sensaciones que este libro me produjo. En un intento por no solaparlas y evitar que se difuminen en la mente con otros personajes, otras vidas, otra forma de narrar diferente.

Me resisto a olvidar esos sentimientos, ese amor intrínseco, esos nombres que tal vez podrían haber sido otros. De cualquier forma, sus vivencias no cambiarían y mi manera de mirarlas, de sentirlas, tampoco.

Compré el libro a finales de septiembre. Era sábado. Creo que aquel día comenzaba el otoño, o tal vez terminaba el verano. No lo recuerdo bien. Hacía buena temperatura, así que me acerqué caminando a la librería. Me costó encontrarlo. Lo tenía delante y, sin embargo, no reparé en él a primera vista. Como en la vida, uno no siempre  se fija en lo que tiene delante.

He leído casi todos los libros de Ignacio Lloret y, cada vez que he comprado uno, lo he comenzado a leer nada más salir de la librería, sin esperar a llegar a casa. Esta vez ni siquiera esperé a salir de allí. En cuanto lo tuve en las manos, lo abrí y comencé a ojearlo. Pensé que, si en ese momento me hubiera encontrado con Ignacio, él me habría dicho que lo leyera con calma, despacio. Siempre me lo dice y yo casi nunca le hago caso. Por lo menos en la primera lectura.

Me acerqué a una plaza que había cerca y me senté en un banco. Abrí de nuevo el libro y empecé a leer uno de los relatos. No el primero, sino el que sentí que iba a gustarme más. Y en contra de mi avidez lectora, lo leí tranquilamente, disfrutando de  esa poesía implícita entre las páginas tan característica de este autor.

Sabía que el libro me iba a gustar, pero además me sorprendió. Ignacio Lloret tiene la capacidad de sorprender siempre, de ir más allá, de ponerse el listón más alto y superarlo. Y aunque cambie de registro, ese tono poético en sus escritos, el que define su estilo, se mantiene intacto.

Me costó poco leerlo, no porque lo leyera deprisa, sino porque la forma de narrar que ha utilizado el escritor esta vez, estructurados los textos como un diálogo entre dos personas, agiliza mucho la lectura.

Diferentes personajes, diferentes lugares, culturas. Unas historias establecidas desde prismas distintos, pero con la misma mirada, la de la muerte. Todos los personajes están muertos. Nos traslada a ciudades de todo el mundo. A paisajes bellos. Y el lector los siente, y entiende a los personajes e incluso se puede llegar a identificar con ellos y anhelar esa forma de amar tan intensa.

Hablan de su experiencia en la vida.

La cuentan a través del autor, interlocutor que se sitúa en un segundo plano dejando a los personajes que digan lo que quieran, que lleven el peso de la narración, consiguiendo de esta forma emocionar al lector, captar su atención de principio a fin. En ocasiones interrumpe esos monólogos con una pregunta corta, con una apreciación acerca del entorno o de los gestos que hace quien habla en ese momento.

Hablan sobre todo del amor. Siempre el amor. Diez magníficas historias de amor que envuelven la profundidad de las palabras escritas, abarcando temas tan importantes como la guerra, la religión, el amor fuera del matrimonio, temas que acompañan a ese amor concebido en todas sus formas.

El amor es la razón para seguir adelante en unos casos, para romper el hastío en otros, para terminar con todo en última instancia.

Historias muy verosímiles, que el lector puede llegar a sentir cercanas.


La manera de terminar cada relato es maravillosa. Es algo a lo que Ignacio da mucha importancia. Cuida mucho los detalles y acaba los capítulos de cuanto escribe de manera sutil buscando ese final perfecto, brillante.

En los talleres de creación literaria que imparte incide de manera especial en ello.

Es un libro que deja buenas sensaciones, diferentes dependiendo del texto que se haya leído en último lugar. Alguno lo terminé con una sonrisa en los labios, otros con la emoción en los ojos. Y en todos me quedó un deje de melancolía, de nostalgia.

A veces, en algunos libros, suelo dejar una flor seca, y la coloco en el capítulo que más me ha gustado, el que más me ha llegado.
Una flor que encierra una historia.

Al terminar Diálogos animados con personas muertas, justo antes de depositar una orquídea en el último relato, el de Jaime Lloret, padre del autor, me sentí cómplice de esos amores mortales inmortalizados tan delicadamente por la pluma del autor.

Aquel día en la plaza, al terminar la lectura, pensé que ése podría haber sido el escenario de alguno de los relatos. Me pregunté en ese momento si alguien me buscaría cuando hubiera muerto para que le contara cómo había sido mi vida. Me pregunté si yo también le hablaría de amor.
Sentí un escalofrío al pensar en mí de esa manera.
Muerta.

Entonces cerré el libro y me fui a casa sabiendo que iba a releer cada una de esas historias antes incluso de haberlas leído.


Unos días después de terminar el libro tuve ocasión de hablar con Ignacio a la salida de una de sus clases.
Llevaba el libro para que me lo dedicara.
Al cogerlo, me preguntó qué me había parecido.
Y, después de contestarle, yo quise saber cómo había surgido la idea de este libro, que me hablara del proceso creativo

            En primavera de 2016, después de leer Voces de Chernóbil, de Svetlana Alexiévich, se me ocurrió escribir un libro de relatos con una estructura parecida, es decir, con un formato de entrevista. Por una parte, elegí ese recipiente, esa manera distinta de narrar. Por otra, decidí que lo aprovecharía para conversar con una serie de personas fallecidas, para preguntarles qué suponía para ellas el hecho de haber muerto.


Mientras hablaba no pude evitar fijarme en sus gestos, en su entusiasmo al hablar del libro, en la expresión de sus ojos.
Y le pedí que me contara alguna curiosidad, algo que le hubiera ocurrido mientras lo escribía.

            Es cierto lo que sugieres. Durante la escritura de un libro se producen hallazgos. Descubrimientos relacionados con su contenido o con su forma. Es decir, en la exploración que supone la elaboración de una obra literaria, el escritor debe estar atento a todo lo que va ocurriendo. En cuanto a Diálogos animados con personas muertas, me sucedió que yo quería escuchar de los personajes una serie de conclusiones o reflexiones sobre la muerte, pero ellos estaban más interesados en hablar de amor. A medida que les interrogaba, comprendí que lo que deseaban de verdad era contarme sus experiencias sentimentales. Me alegro mucho de que haya sido así.


Sonreí y quise saber más, que me dijera qué relato había sido el que más le había costado escribir.
           
            El de mi padre. Por un motivo evidente. Quería ser respetuoso con él y con otros parientes cercanos que también aparecen en ese texto. Como ya nos advirtió Hermann Hesse, el autor suele anteponer la estética a la moral. Ése es un riesgo constante cuando se escribe sobre una persona real a partir de datos verídicos. Por fortuna, casi todos los relatos del libro están protagonizados por personajes inventados o basados en individuos que conocí de modo muy fugaz, así que en general no ha hecho falta considerar ese aspecto ético.


Desde el principio me llamó la atención que escogiera un título tan directo y no uno quizá más poético o sugerente. Y, aunque en cierto modo sabía por qué lo había escogido, preferí escuchárselo decir a él.

            Tú misma lo has dicho. Quería un título directo, que no recurriese a ningún eufemismo en relación con la condición de los personajes. Me sonó bien desde el principio, fácil de pronunciar a pesar de ser bastante largo, y no he querido cambiarlo. Su formulación paradójica, irónica, es decir, la contraposición entre lo animado y lo muerto, me pareció muy apropiada para el contenido del libro. Creo que aligera y equilibra cualquier lastre dramático que pueda tener. Sí, es el mejor título posible para este conjunto de relatos.


Antes de despedirnos, me devolvió el libro firmado y yo lo guardé en el bolso para leer la dedicatoria en casa, cuando él ya no estuviera delante.




Esa foto me tranquiliza de algún modo. Sí, porque me veo allí, inmóvil y con los brazos abiertos, boca arriba y con los ojos cerrados, y me calma saber que ya estuve muerto una primera vez. Antes de ahora. Antes de morir de verdad. Me veo en medio del monte, rodeado de mis amigos, sin vida igual que ellos, y siento algo parecido a la serenidad. Pienso que ninguno de nosotros estaba antes. Antes de nacer. Que cuando ya no quede ninguno de nosotros, será en el fondo como regresar a entonces. A lo normal, a lo de siempre, a lo que hubo y habrá durante milenios, a lo que sucederá en el futuro. Y eso es un consuelo para mí. Es algo que me permite aceptar la muerte, verla de una manera menos trágica. No feliz, pero sí natural como el ciclo de las estaciones.


Diálogos animados con personas muertas / Ignacio Lloret