sábado, 23 de julio de 2016

POESÍA: SENTIMIENTOS ESCRITOS


Hace días que no escribo, mis ideas se han quedado estancadas. En realidad creo que soy yo la que lo está. Me digo a mí misma que no tengo tiempo, sin embargo la verdad es que busco excusas que a ni a mi me convencen y que consiguen que deje de hacer cosas que realmente quiero y me gustan
.

Hoy este espacio lo va a ocupar la poesía. Cuando una pluma plasma nuestros sentimientos nace la poesía. Me encanta escribir poemas. En ellos muestro una parte de mí que normalmente no se ve. Cuando escribo un poema dejo fluir mi pensamiento y mi alma guía mi mano. No es fácil escribir un poema como tampoco lo es mostrar nuestro interior.

Os voy a dejar un poema que he escrito hoy y que quiero compartir con vosotros, que leéis mis pensamientos y me acompañáis cada día. Espero que disfrutéis leyéndolo tanto como yo lo he hecho al escribirlo.






SILENCIO

A través del suave manto
que al eterno olvido envuelve
miro de frente a la vida
en ella clavo mis ojos
esas pupilas ya secas
rendidas de tanta lucha.
Mis versos están callados
mi pluma a escribir se niega
veo escapar las palabras
que sentido dan al mundo
como días solitarios
que ya se saben perdidos.
El vacío se ha instalado
en mi corazón, muy dentro
una mirada furtiva
vuela y réplica busca
yo llorando reconozco
la derrota en mi victoria.
Próximo a mí te quisiera
lejos de los desengaños
de quimeras imposibles
y ver quisiera un adios
sin promesas malgastadas
de un destino que no olvida.
Quiero ser protagonista
de mi película en curso
y poder decir: Te quiero
sin que el silencio responda.

Arancha Murugarren (22/07/2016)




domingo, 10 de julio de 2016

UNA NOCHE CUALQUIERA EN SANFERMINES...



¿Preparados para levantar la vista, mirar alrededor y observar cómo discurre la vida a través de los ojos de los demás?.

Hoy me he despertado temprano, como siempre durante la fiestas de San Fermín. No podía faltar a mi cita con El encierro, esa cita que señala el destino de otros, esa cita a la que yo acudiré cada mañana sin salir de mi casa.

Mientras me sentaba en el sofá y escuchaba el primer cántico que los mozos le dedican a San Fermín antes de que el cohete marque el inicio de esa carrera por las calles de Pamplona, antes de que cientos de personas se abandonen a un miedo que les hará ir delante de esos toros, me he preguntado por qué yo nunca estaré ahí. La respuesta es sencilla, muchas pueden ser las excusas que yo misma me daré, pero una sola realidad. No lo haré por miedo a quedarme paralizada, por temor a dejar de existir. La verdadera razón quizá sea porque no quiero.

¿Alguien se ha preguntado alguna vez por qué la gente corre El encierro?. Unos por convicción, por sentimiento, porque lo llevan en la sangre, otros por vivir una experiencia nueva  y la inmensa mayoría de los que vienen a pasar el fin de semana porque es parte del ritual que sigue a una noche de juerga y alcohol. Es el punto y final a la emoción de venir a los sanfermines.

Dicen que “por la noche, todos los gatos son pardos”. En Pamplona, durante las fiestas, es parda la noche, esa que admite que los seres se adentren en ella, la que se adueña de la vergüenza, la que desinhibe a la gente, la que permite que hagan cosas que normalmente no hacen. Estaréis pensando que es el alcohol quien se encarga de ello y quizá yo también en el fondo lo crea.

Hace dos noches, Alberto y yo salimos y la madrugada se convirtió en nuestra compañera mientras recorríamos  por las calles. Fuimos en busca, sin saberlo, de emociones nuevas y revivimos una juventud que creíamos perdida.  A la caza de esa imagen que los ojos no siempre son capaces de ver y sin embargo las cámaras de los teléfonos móviles inmortalizan. Reímos, disfrutamos, ¡vivimos!... Conocimos que hay detrás de quien vino desde muy lejos para alcanzar un sueño que resultó no ser tal. Hicimos fotos, vimos el otro lado de la fiesta, el de la gente que duerme en los parques, que orina en las calles, el de aquellos que  no vienen a disfrutar. 
Y allí, entre la algarabía, la belleza de dos cisnes en el Parque de la Taconera, contrapunto del ruido, de la música... ajenos a la fiesta y sin embargo en medio de ella.


Y pasamos las horas y al alba nos encontramos
descifrando la soledad de un instante que nos enseñó que lo importante no es levantarse cada mañana y vivir, lo verdaderamente esencial es vivir para despertarse cada mañana.

Una noche cualquiera de los Sanfermines...

miércoles, 6 de julio de 2016

AMANECE EL 6 DE JULIO



LA OTRA NOCHE


No he dormido bien. Como cada año, los nervios se han apoderado de mí la noche del 6 de julio. Doy vueltas en la cama. Cuando apenas he cogido el sueño, suena el despertador.

Comienza el día: tortilla de patata, ropa blanca... Todo a última hora. ¡Por qué habría dicho que preparaba yo el almuerzo!. Seguro que me olvido de algo. Al fondo de un cajón encuentro un pañuelico con un San Fermín bordado y tu nombre grabado al dorso. Sonrío y lo cojo.

¡Por fin salgo de casa!. !El pan!. ¿Alguien habrá comprado pan?.

La tortilla se ha terminado, el vino empieza a hacer efecto. Se acerca la hora. La plaza del Ayuntamiento, abarrotada: imposible meterse ahí. Nos dirigimos hacia “El Bullicio”. Entre alcohol y música, gritos y brindis, oigo tu risa. Han comenzado las fiestas y no he visto el chupinazo. ¡Qué más da!, todos los años es igual. Estoy eufórica. Durante un instante pienso en ti, en aquella última noche juntos. Entonces me ciño el pañuelo alrededor del cuello y desaparezco entre la gente.

Arantxa Murugarren. (28/05/2016)
Microrrelato participante en el concurso
de Microrrelatos de San Fermín 2016.



Detrás de este texto hay una historia, quizás más de una porque cada pamplonés tendrá una diferente, la de algunos estará en la maleta que les acompañará fuera de aquí durante estos días para disfrutar de unas vacaciones a la par que huyen del ruido y la transformación que sufre Pamplona durante estos días. La de otros, estará reflejada en esas líneas y en las que escribiré a continuación. Y la mía, la nuestra, la de mi familia, será algo diferente.

Son las seis y media de la mañana y no, hoy tampoco he dormido bien. Es la misma sensación cada año en la que se mezclan los nervios y la excitación de tener al alcance de la mano aquello que se ha estado esperando durante todo el año. Es una sensación parecida a la que teníamos de pequeños la noche anterior a un viaje o a un acontecimiento especial. 

Hoy no prepararé el almuerzo, no acudiremos al mismo lugar de  ni estaremos los de siempre. Hoy, romperé la rutina de todos los años porque necesito comenzar una nueva tradición que deje a un lado los recuerdos

Hoy no dejaré de lado la Plaza del Ayuntamiento ni veré el Chupinazo en El Bullicio. Hoy, me mezclaré entre la gente junto a mi marido y miraremos al cielo,  Allí, detrás de la explosión del cohete imaginaremos ver la sonrisa de quien hoy no estará a nuestro lado.

En ese momento, Alberto y yo nos miraremos, anudaremos nuestro pañuelo y con el recuerdo de su ausencia acariciando nuestro cuello comenzaremos los Sanfermines.
Pasado un rato, alzaremos nuestra copa y brindaremos por él y para él.

(Dedicado a Arturo Fernández).

viernes, 1 de julio de 2016

DETRÁS DE LAS RAMAS


Cuesta escoger las palabras para expresar todo lo que uno siente. A veces el gesto más sencillo dice mucho más. No siempre es necesario hablar. Escribir ayuda a desahogarse, a liberarse de las penas que que están atrapadas en nuestro interior.

Me levanto cada mañana con ilusión renovada, salgo a pasear y en mi cabeza bullen miles de ideas que pretendo plasmar después en una hoja de papel para que al ser leídas cobren vida y dejen de ocupar un espacio en mi mente. Sin embargo acaba siendo quimera y todos esos pensamiento y sentimientos quedan atrapados en mi cabeza. Primero ocupan un espacio, más tarde se arrinconados y por último, acaban relegados al olvido.

Hoy he salido como siempre y me he parado a mirar las cosas sencillas. El cielo azul se mostraba imponente ante mí, limpio, sereno. Hace unos días acudí a la presentación del último libro de Reyes Calderón, “Dispara a la luna”. La autora comentó que paseando por una playa después de una galerna dejó de fijarse en las ramas y suciedad que había en la arena para mirar el cielo que parecía un suelo recién fregado y pensó que había que dejar de mirar esas ramas y centrarse en ese cielo claro, liso... Me he acordado de ello.

No me suelo cruzar con mucha gente en mis andanzas pero cuando lo hago me gusta saludar. La verdad es que normalmente no me contestan y ahí me quedo, con mis buenos días en los labios y una sensación absurda de hacer el ridículo. Hace tiempo, caminando hacia el trabajo, pasé por delante de dos chicos que me dijeron “adios” y yo no hice caso. Mientras me alejaba, escuché decir a uno de ellos: “ves, somos como autómatas”. Aquello se me quedó grabado. Era cierto, Lo sigue siendo, por desgracia, cada vez más. Ahora, apenas se ve gente con la cabeza alta, admirando el paisaje, observando a la gente que le rodea. La mayoría, móvil en mano, con la vista en la pantalla, discurre por los caminos escribiendo o leyendo algo a la par que se pierden las cosas importantes de la vida. esas imágenes que dibujan una sonrisa en nuestro rostro. 

Quizá un día me tope con la mirada de alguien, con la simpleza de un saludo. Entonces, sonreiré y continuaré adelante. Por un instante dejaremos de ser autómatas.

Hoy, mis palabras no van a quedar ocultas, escondidas en un hueco vacío de mi interior. Quedarán repartidas en la memoria de quien las lea.


¡No dejéis de ver qué hay mas allá de las ramas!.