Cuesta escoger las
palabras para expresar todo lo que uno siente. A veces el gesto más
sencillo dice mucho más. No siempre es necesario hablar. Escribir
ayuda a desahogarse, a liberarse de las penas que que están
atrapadas en nuestro interior.
Me levanto cada mañana
con ilusión renovada, salgo a pasear y en mi cabeza bullen miles de
ideas que pretendo plasmar después en una hoja de papel para que al
ser leídas cobren vida y dejen de ocupar un espacio en mi mente. Sin
embargo acaba siendo quimera y todos esos pensamiento y sentimientos
quedan atrapados en mi cabeza. Primero ocupan un espacio, más tarde
se arrinconados y por último, acaban relegados al olvido.
Hoy he salido como
siempre y me he parado a mirar las cosas sencillas. El cielo azul se
mostraba imponente ante mí, limpio, sereno. Hace unos días acudí a
la presentación del último libro de Reyes Calderón, “Dispara a
la luna”. La autora comentó que paseando por una playa después de
una galerna dejó de fijarse en las ramas y suciedad que había en la
arena para mirar el cielo que parecía un suelo recién fregado y
pensó que había que dejar de mirar esas ramas y centrarse en ese
cielo claro, liso... Me he acordado de ello.
No me suelo cruzar con
mucha gente en mis andanzas pero cuando lo hago me gusta saludar. La
verdad es que normalmente no me contestan y ahí me quedo, con mis
buenos días en los labios y una sensación absurda de hacer el
ridículo. Hace tiempo, caminando hacia el trabajo, pasé por delante
de dos chicos que me dijeron “adios” y yo no hice caso. Mientras
me alejaba, escuché decir a uno de ellos: “ves, somos como
autómatas”. Aquello se me quedó grabado. Era cierto, Lo sigue siendo, por desgracia, cada vez más. Ahora, apenas se ve gente con la cabeza alta, admirando el paisaje, observando a la gente que le rodea. La mayoría, móvil en mano, con la vista en la pantalla, discurre por los caminos escribiendo
o leyendo algo a la par que se pierden las cosas importantes de la vida. esas imágenes que dibujan una sonrisa en nuestro rostro.
Quizá un día me tope
con la mirada de alguien, con la simpleza de un saludo. Entonces,
sonreiré y continuaré adelante. Por un instante dejaremos de ser
autómatas.
Hoy, mis palabras no van
a quedar ocultas, escondidas en un hueco vacío de mi interior.
Quedarán repartidas en la memoria de quien las lea.
¡No dejéis de ver qué
hay mas allá de las ramas!.
Precioso relato, Arancha, preciosa reflexión que siempre recordaré para ver qué hay más allá de las ramas.
ResponderEliminarPuedes estar segura de que, en mi memoria, se quedan guardadas tus hermosas palabras.
Tienes mucha razón Arancha.Vamos por la vida con las "burreras puestas . Sin mirar con quien nos cruzamos ni lo que vemos a nuestro alrededor . Y encima nos molestamos si alguien nos habla . Pero esa sensación desaparece cuando vas al monte . Ahí te saludas con todos . Sin importar de donde son ni si hablan tu mismo idioma . Y si miras más allá de las ramas . Me ha gustado mucho . Animo y besote
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