viernes, 1 de julio de 2016

DETRÁS DE LAS RAMAS


Cuesta escoger las palabras para expresar todo lo que uno siente. A veces el gesto más sencillo dice mucho más. No siempre es necesario hablar. Escribir ayuda a desahogarse, a liberarse de las penas que que están atrapadas en nuestro interior.

Me levanto cada mañana con ilusión renovada, salgo a pasear y en mi cabeza bullen miles de ideas que pretendo plasmar después en una hoja de papel para que al ser leídas cobren vida y dejen de ocupar un espacio en mi mente. Sin embargo acaba siendo quimera y todos esos pensamiento y sentimientos quedan atrapados en mi cabeza. Primero ocupan un espacio, más tarde se arrinconados y por último, acaban relegados al olvido.

Hoy he salido como siempre y me he parado a mirar las cosas sencillas. El cielo azul se mostraba imponente ante mí, limpio, sereno. Hace unos días acudí a la presentación del último libro de Reyes Calderón, “Dispara a la luna”. La autora comentó que paseando por una playa después de una galerna dejó de fijarse en las ramas y suciedad que había en la arena para mirar el cielo que parecía un suelo recién fregado y pensó que había que dejar de mirar esas ramas y centrarse en ese cielo claro, liso... Me he acordado de ello.

No me suelo cruzar con mucha gente en mis andanzas pero cuando lo hago me gusta saludar. La verdad es que normalmente no me contestan y ahí me quedo, con mis buenos días en los labios y una sensación absurda de hacer el ridículo. Hace tiempo, caminando hacia el trabajo, pasé por delante de dos chicos que me dijeron “adios” y yo no hice caso. Mientras me alejaba, escuché decir a uno de ellos: “ves, somos como autómatas”. Aquello se me quedó grabado. Era cierto, Lo sigue siendo, por desgracia, cada vez más. Ahora, apenas se ve gente con la cabeza alta, admirando el paisaje, observando a la gente que le rodea. La mayoría, móvil en mano, con la vista en la pantalla, discurre por los caminos escribiendo o leyendo algo a la par que se pierden las cosas importantes de la vida. esas imágenes que dibujan una sonrisa en nuestro rostro. 

Quizá un día me tope con la mirada de alguien, con la simpleza de un saludo. Entonces, sonreiré y continuaré adelante. Por un instante dejaremos de ser autómatas.

Hoy, mis palabras no van a quedar ocultas, escondidas en un hueco vacío de mi interior. Quedarán repartidas en la memoria de quien las lea.


¡No dejéis de ver qué hay mas allá de las ramas!.








2 comentarios:

  1. Precioso relato, Arancha, preciosa reflexión que siempre recordaré para ver qué hay más allá de las ramas.
    Puedes estar segura de que, en mi memoria, se quedan guardadas tus hermosas palabras.

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  2. Tienes mucha razón Arancha.Vamos por la vida con las "burreras puestas . Sin mirar con quien nos cruzamos ni lo que vemos a nuestro alrededor . Y encima nos molestamos si alguien nos habla . Pero esa sensación desaparece cuando vas al monte . Ahí te saludas con todos . Sin importar de donde son ni si hablan tu mismo idioma . Y si miras más allá de las ramas . Me ha gustado mucho . Animo y besote

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