miércoles, 23 de enero de 2019

OPINIÓN DE: LA SEÑORA DEL PRIMERO. MAGDA RODRÍGUEZ MARTÍN.





TITULO:  LA SEÑORA DEL PRIMERO

AUTORA: MAGDA RODRÍGUEZ MARTÍN

GÉNERO: NARRATIVA




SINOPSIS:

En toda la obra de Magda R. Martín el “leitmotiv” es la disección del amor. Como si fuera un sentido añadido a los otros cinco que caracterizan nuestra humanidad, esta autora investiga sobre este sentimiento que, con muchas posibilidades es el que rige la trayectoria de nuestro devenir por este camino terrenal.

Las preguntas retóricas planean continuamente sobre todo el texto que conforma la trama de esta última novela que lleva el título de “LA SEÑORA DEL PRIMERO”: ¿Amamos todos con la misma intensidad? ¿Existe realmente ese sentimiento al que se le da el nombre de «amor»? ¿Qué es lo que lo diferencia de la amistad, la compasión, la empatía o la atracción sexual? Laura, la protagonista de esta historia, examina el recorrido de su vida desde un primer recuerdo para intentar comprender la trascendencia que, los sentimientos, tienen en las decisiones que modifican ese trayecto único y personal de cada ser. Sentimientos, caracteres, aceptaciones, que nos hacen vulnerables a los sucesos cotidianos y conforman ese misterio que llamamos «VIDA»


OPINIÓN PERSONAL:

Hace tiempo que tengo el libro La Señora del Primero y, aunque tenía muchas ganas de leerlo, no lo había hecho.

Fue un regalo de la propia autora. Me acuerdo de que cuando lo tuve entre las manos y lo abrí tuve una sensación agradable. Fue especial recibir su última novela. Me emocionaron esas palabras, ver su letra en la primera página.

Diría que incluso entrañable.

Deseé que realmente no fuera la última.

No sé describir exactamente lo que sentí, no encuentro las palabras adecuadas y correctas.

Lo que sí sé es que ese sentimiento se ha quedado anclado a mi memoria, para recurrir a su recuerdo de vez en cuando. Cada vez que necesite la cercanía de la autora a pesar de la distancia.

Lo abracé con fuerza y lo dejé encima de mi mesilla de noche para contemplarlo cada día, en espera de que me susurrara aquello que yo quería oír.

Y hace unas semanas, lo cogí y comencé a leerlo, con la esperanza de hallar un bálsamo con el que calmar mi sed de literatura.

Recuerdo que era sábado. Hacía frío fuera y lloviznaba a ratos. Recuerdo también que estaba algo triste y la nostalgia me llevó a su lectura.

Con solo leer el primer párrafo supe que me iba a gustar, que me iba a enganchar y me iba a meter de lleno en la historia de lleno, sin reparar en horarios, sin percatarme de lo que hubiera a mi alrededor.

Solo la historia y yo, Laura y yo, Magda y yo.

Escrita en primera persona y en pasado, narra la historia de Laura, la hija de la portera. No obstante, hay más, mucho más, intrínseco en la vida de esa niña, de esa jovencita y de esa mujer. Entrelazadas las historias, las vivencias, los recuerdos y la nostalgia de un tiempo pasado que no se puede cambiar.

Sin embargo, el curso de los acontecimientos modifica el futuro y el presente se ve de una forma distinta cuando se mira hacia atrás buscando respuestas a unas preguntas que ni siquiera se han formulado, pero están ahí, acechando la memoria de la protagonista.

En ocasiones, hay situaciones e imágenes que son únicas e incluso imprescindibles. A menudo se quedan grabadas en la mente, tatuadas en el interior y se asocian al recuerdo de un olor en particular, a una nota musical, a un mensaje telefónico, a una carta escrita hace tiempo.

Instantes vividos que se han enquistado.

Que le duelen a Laura, a su madre, al resto de personajes. Instantes que las circunstancias han relegado al ostracismo y de repente, salen a la luz y sorprenden a la par que apabullan y cuesta gestionar la información, los acontecimientos, cuesta salir de la zona de confort creada hasta entonces.

Sin embargo, Laura es valiente, es fuerte y su madre también lo es.

Es fácil empatizar con ellas, sumergirse en los avatares de sus vidas, ser testigo y cómplice de cuanto se oculta entre las letras.

Magda describe de forma muy gráfica y es fácil percibir olores, sensaciones y aspectos que de estar escritos de otra manera no se podrían identificar.

Conocí a Magda a través de Facebook, ella me pidió amistad y yo acepté. Entonces mi vida era distinta, no había empezado mi etapa literaria, ni había perdido todavía mi trabajo.

Al poco tiempo cambió todo.

Y ella estaba ahí, animándome a escribir mientras yo seguía cada párrafo que ella redactaba. Después contactamos por Messenger y más tarde lo hicimos por correspondencia, como antaño, con ese sabor añejo de aquello que se ha dejado de hacer y se ha relegado al olvido, con esa belleza de las cosas sencillas, con esa intimidad y ese carácter personal que han otorgado siempre las cartas.


Por la noche, al quedarme en la soledad de mi lecho, fue cuando mi mente, con la prudencia que ofrece la serenidad, contempló detenidamente ese tapiz que la vida nos presenta con el nombre de “destino”. Los colores y dibujos son propios, de nuestra cosecha, hacemos uso de nuestro libre albedrío, sin embargo, es ese misterioso destino el que pone en nuestras manos los diferentes matices de colores que, una vez repartidos a tu gusto en las figuras mientras les infundes movimientos según tus decisiones, es quien da el toque final a la escena.

Con este pensamiento me quedé dormida pero creo que mi cerebro no dejó de trabajar dentro de mi cabeza proyectando ideas nuevas, cambios y sugerencias que, antes, no se me habían ocurrido.

La Señora del Primero / Magda R. Martín.


A veces la distancia acaricia y los sentimientos muestran una proximidad certera, que abraza con las palabras.

Eso sentí yo con Magda desde el principio y lo sigo sintiendo varios años después.

Esta escritora tiene una forma de narrar que llega al lector, traspasa los sentimientos escritos y se tiene la sensación de estar en ese primer piso junto a esa señora del primero.

En esa portería bregando con los quehaceres diarios, acompañando a la madre de Laura.

Hay varios personajes principales y todos cuentan la historia desde su punto de vista, una misma historia que en ocasiones no está narrada, que se intuye plasmada en esos espacios en blanco que cuentan tanto sin mostrar nada.

Está escrita con un lenguaje sencillo que no permite al lector despistarse. Los capítulos son cortos y los diálogos concisos, lo que da agilidad a la novela.
Secretos que salen a la luz, incógnitas desveladas en el último momento y que gracias a la habilidad de la autora no se ven venir.

Parte de la novela se desarrolla en Pamplona, mi ciudad natal. Se narran hechos de la Guerra Civil.

Esa parte me gustó especialmente, puesto que la sentí muy cercana. Pude pasear por las calles de Pamplona en un contexto diferente al de ahora, con unas circunstancias diferentes, con unas Plazas y Avenidas con diferente nombre. Con otras que ni siquiera existía.

Y lo hice de la mano de Laura y de su madre, adivinando momentos, reconociendo lugares que ahora ya no existen y a los que no soy ajena del todo a pesar de no haber vivido en una época concreta.

Sin embargo, la esencia de esas calles, ésa que ven los ojos de Laura, sigue intacta.

Y me emocioné mientras leía.

Como me emociono siempre que se menciona Pamplona en alguna novela o película.

Cuando terminé la novela volví a dejarla en la mesilla de noche para recorrer de nuevo sus páginas cuando se adueñe de mí la tristeza.

Sabiendo que al abrir otra vez el libro esbozaré una sonrisa y me sentiré acompañada por la belleza de las palabras.


Aquellos recuerdos de tiempos pasados, me llenaban de una nostalgia agridulce, de historias lejanas o quizás soñadas, que me parecía, no me pertenecían.

La tarde seguía, suavemente lluviosa, como en una de esas pequeñas ciudades norteñas. Las acacias, con sus racimos colgantes de flores blancas, aromatizaban el ambiente húmedo que entraba por la ventana, aumentando la sensación del misterio de la vida de otras épocas. De pronto, me sentí anciana. Tanto es así, que me miré en el espejo para cerciorarme y al contemplar mi rostro de mujer joven, llegó a mi pensamiento la idea de que lo que era viejo en mí era mi alma.

La señora del primero / Magda. R. Martín.