TITULO:
EL LEGADO DE JIMENA
AUTOR:
NIEVES NOGUERA OJADOS
GÉNERO:
FICCIÓN HISTÓRICA
Toledo,
años 1255. Aldara, una joven monja, recibe un documento que le
cambiará la vida. El secreto, que su familia esconde celosamente,
saldrá a la luz y abrirá la caja de Pandora; recuerdos, que creía
ya olvidados en un rincón de su corazón, resurgirán como el viento
en un día de tormenta. Veintiséis años antes, en Asturias, dos
hermanas campesinas, Jimena y Teresa, se verán involucradas en una
terrible desgracia. No les faltarán peligros que superar y
obstáculos que vencer. Huirán de su pasado; un pasado que las
perseguirá hasta el fin de sus días. Conocerán el amor, la amistad
y la traición, lo que las convertirá en mujeres luchadoras en un
mundo hecho para hombres. Una apasionante historia donde sus
protagonistas no son hombres, fuertes y valientes, sino mujeres a las
que la vida les ha enseñado a sobrevivir y a buscar un porvenir en
un mundo que parece no estar hecho para ellas.
OPINIÓN
PERSONAL:
A
menudo, la noche anterior a emprender un viaje estoy algo nerviosa,
lo que me impide dormir bien. La ansiedad de que llegue el momento de
partir, unido a la incertidumbre por lo que que pueda ocurrir en esa
nueva aventura que estoy a punto de comenzar, aunque vaya a un lugar
ya conocido, hacen que la ilusión le gane la batalla al descanso.
Imagino un montón de cosas y situaciones. No duermo mucho, pero me
despierto con una energía que no tengo habitualmente.
Esa
misma sensación tuve al empezar El legado de Jimena,
la de un nuevo viaje, una aventura no planificada en la que no sabía
qué me iba a encontrar por el camino ni el destino final.
Un
camino que no sabía si iba a ser duro o placentero.
Un
mismo recorrido en sentido contrario, con sensaciones distintas.
Una
vuelta a la Edad Media, una época histórica que siempre me ha
fascinado, de la que quería saber un poco más. Con esta historia he
disfrutado a la par que sufrido. Algunos pasajes me han inquietado.
He
sufrido por Jimena, por su hermana.
También
por Aldara.
Por
todas juntas y por todas en particular.
He
sentido su miedo, su ansiedad, su ilusión, su forma de ver la vida,
de vivir cada momento con intensidad sin saber lo que les depara el
futuro, siendo conscientes de que todo es efímero y lo que un día
es negro al siguiente cambia de color según la manera de mirar o de
actuar.
Es
una novela en la que la mujer tiene mucha relevancia.
Los
personajes principales son mujeres valientes en una época de
hombres.
Le
pregunté a la autora como había surgido la idea de escribir una
novela ambientada en la Edad Media.
Ella
respondió:
Siempre
tuve claro que si escribía una novela estaría ambientada en alguna
época pasada, ya que la novela histórica es mi género preferido de
lectura y he leído muchos libros de esa época. Elegí además la
primera mitad del siglo XIII porque me parecía un momento histórico
muy interesante cuando el reino de León y Castilla se unieron para
siempre, además de la mano de una gran mujer como fue Berenguela de
Castilla (hija de Alfonso VIII y Leonor Plantagenet y madre de
Fernando III, el Santo). Ella me sirvió de inspiración, pues
también tenía muy claro que mis protagonistas iban a ser mujeres.
Estaba cansada de leer novelas históricas en las que los
protagonistas eran hombres que salían adelante tras duras pruebas
que les deparaba la vida.
Una
época sin duda muy interesante sobre la que tuvo que documentarse
bastante.
Me
comentó que aunque su novela no profundiza en hechos históricos,
leyó mucho sobre el tema para poder ambientar correctamente la
novela. Dice que lo que más le costó fue encontrar detalles a nivel
del pueblo, sobre todo aquellos muy concretos del día a día, y de
los lugares por donde transcurría la acción. Buscó información
sobre qué moneda podía utilizar la gente en una taberna, qué
pueblos o aldeas podían existir en aquel entonces y con qué nombre,
tipos de cultivo, bebidas, vestimenta.
En
uno de los talleres de novela a los que he asistido insistieron
mucho en en lo importantes que era lograr un tono adecuado a la hora
de escribir una novela ambientada en otra época. En los vital que
resultaba informarse y utilizar modismos y expresiones propias de ese
momento histórico para no incurrir en anacronismos que resten
veracidad a lo que estamos leyendo e influya en el interés del
lector por la obra.
Una
tarea ardua.
Necesaria
y gratificante al ver el resultado en la obra.
Se
nota en el lenguaje utilizado, en la manera de expresarse y da una
idea de como se vivía en aquella época y lo que sucedía, a pesar
de que no haya profundizado en hechos históricos. Si lo hubiera
hecho, la novela quizás habría perdido esa agilidad y restado
relevancia a lo que de verdad quería contar.
Hace
un tiempo, Alberto y yo subimos al Monte Ezkaurre. Había llovido
mucho la semana anterior. La subida entre los árboles fue difícil.
Resbalaba y había que ir con cuidado para no caerse.
El
paisaje era impresionante. Por un instante quise quedarme allí,
confundirme con el entorno. Ser parte de la naturaleza, de ese
ambiente salvaje. No pensé en la soledad de las noches, en los
animales que allí habitaban. No pensé en el crudo invierno o en la
posibilidad de morir de inanición.
No
conocía entonces la historia de Jimena y Teresa. No sabía de sus
vicisitudes en esas montañas de Castilla, expuestas a un frío que
quiebra los huesos en invierno y a un calor que nubla la razón en
verano. Vulnerables, durmiendo a la intemperie, frágiles ante el
peligro. Al alcance de cualquier lobo hambriento.
De
sus enemigos.
De
sus perseguidores.
Enfrentándose
a sus propios miedos.
Pensé
en la paz que me daba el monte, una especie de refugio donde respirar
aire puro, donde la contaminación es menos, donde no hay teléfonos,
ni estress, ni ruidos.
Allí
se escuchaban los trinos de los pájaros, el sonido del viento,
nuestros pasos, los de otros caminantes, mi respiración agitada al
subir por una pendiente dura, los latidos de nuestro corazón.
La
voz de Alberto preguntándome si todo iba bien.
La
mía contestando que sí.
«El
silencio que las rodeaba era estremecedor. El viento, que se había
adueñado de aquel paraje, era el único que osaba cortarlo»
El legado de Jimena/Nieves Noguera Ojados
Cuando
le pedí a Nieves que me hablara acerca del proceso creativo de la
novela, me dijo que la historia la tenía clara desde el principio,
salvo pequeños detalles que iba desarrollando sobre la marcha. Sin
embargo, cuando llevaba cerca de 300 páginas escritas comenzó a
reescribirla de nuevo de manera completamente distinta. En esa fase
de re-escritura lo planificó todo y utilizó infinidad de esquemas y
anotaciones para hacer una construcción sólida de la historia y que
no quedara ningún cabo suelto.
Le
costó encontrar el titulo. Se decidió por El legado de Jimena cuando ya la tenía muy avanzada.
Combina
dos líneas temporales con una diferencia de 26 años y lo hace
entretejiendo acontecimientos y acciones que hacen que la narración
a dos voces tenga la continuidad que le dan los acontecimientos, en
un intento de complementar ambos relatos, no siguiendo siempre un
orden lógico en los capítulos, dando saltos en el tiempo y
respondiendo a las preguntas del lector a la par que tienen
respuesta las de los personajes. Siendo ambos complices y testigos de
los mismos hechos, con la misma incertidumbre y en el mismo instante.
Son
dos viajes, el de una madre y una hija. Hechos por motivos diferentes
y con el mismo recorrido pero en sentido contrario y en
circunstancias distintas. Un personaje central sirve de nexo de
unión, encargado de desentramar las vicisitudes de ambos recorridos
en un intento de acercar al lector a cuanto sucede y hacerle cómplice
de todo lo que acontece.
Siendo
testigo de las penurias de una.
Narradora
del dolor en el viaje de la otra.
Dos
afluentes que discurren de forma paralela y desembocan en el mismo
río. Dos historias contadas en primera o tercera persona en función
de qué cuenta y de quién lo cuenta.
Es
una lectura ágil, algo que consigue la autora gracias al lenguaje
claro y sencillo que utiliza. Los diálogos cortos y concisos y los
capítulos con una extensión adecuada también dan dinamismo al
libro. No se hace pesado. La intriga y el deseo de saber ayuda a
seguir leyendo sin ser consciente de lo rápido que pasan las horas.
Las
descripciones son muy gráficas. Es fácil imaginarse el frío de
las montañas, trasladarse allí y escuchar todos los ruidos
nocturnos desconocidos que ponen los pelos de punta.
No
cuesta ponerse en la piel de las protagonistas, empatizar con ellas.
El
día que subimos al monte, al salir del bosque, antes de alcanzar la
cumbre, allí a monte abierto me dí cuenta de lo efímero que es
todo en la vida. Una densa niebla apareció de repente y cubrió el
valle. Unos minutos después se marchó de la misma manera que había
llegado. Durante esos minutos, me sentí infinita por encima de las
nubes.
Infinita
en un escenario finito.
Tuve
ganas de gritar y que mi eco se escuchara más allá de las fronteras
de la realidad, una realidad que rayaba la fantasía de todo cuanto
estaba pensando.
Sin
embargo, no lo hice.
Había
gente cerca.
Me
importó lo que pudieran pensar.
Cerré
un segundo los ojos y me dejé llevar por esa sensación de libertad,
por esa compañía que me brindaba la cumbre.
Alberto
y yo nos miramos, nos abrazamos, permanecimos así unos minutos, sin
hablar.
No
hacía falta decir nada.
Entonces,
comenzamos el descenso.
Al llegar abajo y salir a la carretera sentí una mezcla de tristeza y alivio.
Al llegar abajo y salir a la carretera sentí una mezcla de tristeza y alivio.
«Se
abrazó a su hermana. De su garganta salieron los primeros tonos de
una nana que creía no recordar y que su madre les cantaba al oído
cuando tenían alguna pesadilla»
Nieves
Noguera Ojados/El legado de Jimena
Al acabar la novela, al finalizar ese viaje, deseé volver atrás y hacer el camino en sentido contrario. Cambiando el curso de la historia.
Siendo consciente de que eso no era posible.
Con la certeza de repetir ese viaje en el futuro.