domingo, 23 de septiembre de 2018

EL LEGADO DE JIMENA. NIEVES NOGUERA OJADOS.


TITULO: EL LEGADO DE JIMENA

AUTOR: NIEVES NOGUERA OJADOS

GÉNERO: FICCIÓN HISTÓRICA




SINOPSIS:

Toledo, años 1255. Aldara, una joven monja, recibe un documento que le cambiará la vida. El secreto, que su familia esconde celosamente, saldrá a la luz y abrirá la caja de Pandora; recuerdos, que creía ya olvidados en un rincón de su corazón, resurgirán como el viento en un día de tormenta. Veintiséis años antes, en Asturias, dos hermanas campesinas, Jimena y Teresa, se verán involucradas en una terrible desgracia. No les faltarán peligros que superar y obstáculos que vencer. Huirán de su pasado; un pasado que las perseguirá hasta el fin de sus días. Conocerán el amor, la amistad y la traición, lo que las convertirá en mujeres luchadoras en un mundo hecho para hombres. Una apasionante historia donde sus protagonistas no son hombres, fuertes y valientes, sino mujeres a las que la vida les ha enseñado a sobrevivir y a buscar un porvenir en un mundo que parece no estar hecho para ellas.

OPINIÓN PERSONAL:

A menudo, la noche anterior a emprender un viaje estoy algo nerviosa, lo que me impide dormir bien. La ansiedad de que llegue el momento de partir, unido a la incertidumbre por lo que que pueda ocurrir en esa nueva aventura que estoy a punto de comenzar, aunque vaya a un lugar ya conocido, hacen que la ilusión le gane la batalla al descanso. Imagino un montón de cosas y situaciones. No duermo mucho, pero me despierto con una energía que no tengo habitualmente.

Esa misma sensación tuve al empezar El legado de Jimena, la de un nuevo viaje, una aventura no planificada en la que no sabía qué me iba a encontrar por el camino ni el destino final.

Un camino que no sabía si iba a ser duro o placentero.

Un mismo recorrido en sentido contrario, con sensaciones distintas.

Una vuelta a la Edad Media, una época histórica que siempre me ha fascinado, de la que quería saber un poco más. Con esta historia he disfrutado a la par que sufrido. Algunos pasajes me han inquietado.

He sufrido por Jimena, por su hermana.
También por Aldara.
Por todas juntas y por todas en particular.

He sentido su miedo, su ansiedad, su ilusión, su forma de ver la vida, de vivir cada momento con intensidad sin saber lo que les depara el futuro, siendo conscientes de que todo es efímero y lo que un día es negro al siguiente cambia de color según la manera de mirar o de actuar.

Es una novela en la que la mujer tiene mucha relevancia.
Los personajes principales son mujeres valientes en una época de hombres.

Le pregunté a la autora como había surgido la idea de escribir una novela ambientada en la Edad Media.

Ella respondió:

Siempre tuve claro que si escribía una novela estaría ambientada en alguna época pasada, ya que la novela histórica es mi género preferido de lectura y he leído muchos libros de esa época. Elegí además la primera mitad del siglo XIII porque me parecía un momento histórico muy interesante cuando el reino de León y Castilla se unieron para siempre, además de la mano de una gran mujer como fue Berenguela de Castilla (hija de Alfonso VIII y Leonor Plantagenet y madre de Fernando III, el Santo). Ella me sirvió de inspiración, pues también tenía muy claro que mis protagonistas iban a ser mujeres. Estaba cansada de leer novelas históricas en las que los protagonistas eran hombres que salían adelante tras duras pruebas que les deparaba la vida.

Una época sin duda muy interesante sobre la que tuvo que documentarse bastante.

Me comentó que aunque su novela no profundiza en hechos históricos, leyó mucho sobre el tema para poder ambientar correctamente la novela. Dice que lo que más le costó fue encontrar detalles a nivel del pueblo, sobre todo aquellos muy concretos del día a día, y de los lugares por donde transcurría la acción. Buscó información sobre qué moneda podía utilizar la gente en una taberna, qué pueblos o aldeas podían existir en aquel entonces y con qué nombre, tipos de cultivo, bebidas, vestimenta.

En uno de los talleres de novela a los que he asistido insistieron mucho en en lo importantes que era lograr un tono adecuado a la hora de escribir una novela ambientada en otra época. En los vital que resultaba informarse y utilizar modismos y expresiones propias de ese momento histórico para no incurrir en anacronismos que resten veracidad a lo que estamos leyendo e influya en el interés del lector por la obra.

Una tarea ardua.
Necesaria y gratificante al ver el resultado en la obra.

Se nota en el lenguaje utilizado, en la manera de expresarse y da una idea de como se vivía en aquella época y lo que sucedía, a pesar de que no haya profundizado en hechos históricos. Si lo hubiera hecho, la novela quizás habría perdido esa agilidad y restado relevancia a lo que de verdad quería contar.

Hace un tiempo, Alberto y yo subimos al Monte Ezkaurre. Había llovido mucho la semana anterior. La subida entre los árboles fue difícil. Resbalaba y había que ir con cuidado para no caerse.

El paisaje era impresionante. Por un instante quise quedarme allí, confundirme con el entorno. Ser parte de la naturaleza, de ese ambiente salvaje. No pensé en la soledad de las noches, en los animales que allí habitaban. No pensé en el crudo invierno o en la posibilidad de morir de inanición.

No conocía entonces la historia de Jimena y Teresa. No sabía de sus vicisitudes en esas montañas de Castilla, expuestas a un frío que quiebra los huesos en invierno y a un calor que nubla la razón en verano. Vulnerables, durmiendo a la intemperie, frágiles ante el peligro. Al alcance de cualquier lobo hambriento.
De sus enemigos.
De sus perseguidores.
Enfrentándose a sus propios miedos.

Pensé en la paz que me daba el monte, una especie de refugio donde respirar aire puro, donde la contaminación es menos, donde no hay teléfonos, ni estress, ni ruidos.

Allí se escuchaban los trinos de los pájaros, el sonido del viento, nuestros pasos, los de otros caminantes, mi respiración agitada al subir por una pendiente dura, los latidos de nuestro corazón.
La voz de Alberto preguntándome si todo iba bien.
La mía contestando que sí.

«El silencio que las rodeaba era estremecedor. El viento, que se había adueñado de aquel paraje, era el único que osaba cortarlo»
 El legado de Jimena/Nieves Noguera Ojados

Cuando le pedí a Nieves que me hablara acerca del proceso creativo de la novela, me dijo que la historia la tenía clara desde el principio, salvo pequeños detalles que iba desarrollando sobre la marcha. Sin embargo, cuando llevaba cerca de 300 páginas escritas comenzó a reescribirla de nuevo de manera completamente distinta. En esa fase de re-escritura lo planificó todo y utilizó infinidad de esquemas y anotaciones para hacer una construcción sólida de la historia y que no quedara ningún cabo suelto.
Le costó encontrar el titulo. Se decidió por El legado de Jimena cuando ya la tenía muy avanzada.

Combina dos líneas temporales con una diferencia de 26 años y lo hace entretejiendo acontecimientos y acciones que hacen que la narración a dos voces tenga la continuidad que le dan los acontecimientos, en un intento de complementar ambos relatos, no siguiendo siempre un orden lógico en los capítulos, dando saltos en el tiempo y respondiendo a las preguntas del lector a la par que tienen respuesta las de los personajes. Siendo ambos complices y testigos de los mismos hechos, con la misma incertidumbre y en el mismo instante.

Son dos viajes, el de una madre y una hija. Hechos por motivos diferentes y con el mismo recorrido pero en sentido contrario y en circunstancias distintas. Un personaje central sirve de nexo de unión, encargado de desentramar las vicisitudes de ambos recorridos en un intento de acercar al lector a cuanto sucede y hacerle cómplice de todo lo que acontece.

Siendo testigo de las penurias de una.
Narradora del dolor en el viaje de la otra.

Dos afluentes que discurren de forma paralela y desembocan en el mismo río. Dos historias contadas en primera o tercera persona en función de qué cuenta y de quién lo cuenta.

Es una lectura ágil, algo que consigue la autora gracias al lenguaje claro y sencillo que utiliza. Los diálogos cortos y concisos y los capítulos con una extensión adecuada también dan dinamismo al libro. No se hace pesado. La intriga y el deseo de saber ayuda a seguir leyendo sin ser consciente de lo rápido que pasan las horas.
Las descripciones son muy gráficas. Es fácil imaginarse el frío de las montañas, trasladarse allí y escuchar todos los ruidos nocturnos desconocidos que ponen los pelos de punta.
No cuesta ponerse en la piel de las protagonistas, empatizar con ellas.

El día que subimos al monte, al salir del bosque, antes de alcanzar la cumbre, allí a monte abierto me dí cuenta de lo efímero que es todo en la vida. Una densa niebla apareció de repente y cubrió el valle. Unos minutos después se marchó de la misma manera que había llegado. Durante esos minutos, me sentí infinita por encima de las nubes.

Infinita en un escenario finito.

Tuve ganas de gritar y que mi eco se escuchara más allá de las fronteras de la realidad, una realidad que rayaba la fantasía de todo cuanto estaba pensando.
Sin embargo, no lo hice.
Había gente cerca.
Me importó lo que pudieran pensar.

Cerré un segundo los ojos y me dejé llevar por esa sensación de libertad, por esa compañía que me brindaba la cumbre.
Alberto y yo nos miramos, nos abrazamos, permanecimos así unos minutos, sin hablar.
No hacía falta decir nada.
Entonces, comenzamos el descenso.
Al llegar abajo y salir a la carretera sentí una mezcla de tristeza y alivio.

«Se abrazó a su hermana. De su garganta salieron los primeros tonos de una nana que creía no recordar y que su madre les cantaba al oído cuando tenían alguna pesadilla»
Nieves Noguera Ojados/El legado de Jimena 

 Al acabar la novela, al finalizar ese viaje, deseé volver atrás y hacer el camino en sentido contrario. Cambiando el curso de la historia.
Siendo consciente de que eso no era posible.
Con la certeza de repetir ese viaje en el futuro.