Hace tiempo que los martes no son un día de la semana más.
Hace tiempo que se han convertido en ese día especial que encierra un momento
diferente, un lugar distinto, una gente única.
Han pasado casi dos años desde que vi en la programación del
Civivox para aquel otoño un taller de poesía. Y ha pasado todo ese tiempo desde
que decidí apuntarme para refrescar todos aquellos versos que un día estuvieron
en mi mente.
Entré tímidamente, casi de puntillas, uniendo
sentimiento con pudor, temiendo el momento de recitar uno de mis poemas, pero
con ganas de aprender, de caer y volver a levantarme, de rectificar los errores
y de aceptar con humildad los fallos.
Hace ya mucho que dejó de ser un taller para convertirse en
un refugio, nuestro refugio de letras,
El refugio de los martes. Un hogar donde se hermanan las palabras,
las personas, las emociones…
Sobre todo: las personas.
Durante este trayecto unos se han apeado en alguna estación y
otros se han subido. Algunos se bajaron y se volvieron a reenganchar. Sin
embargo, nadie ha quedado en el olvido. En algún instante, los hemos recordado
a todos. A través de algún verso, de alguna expresión, a través de alguna
anécdota.
Ha pasado una semana desde la última clase del taller de
primavera. Y lo celebramos con un recital.
Y lo hicimos por todo lo grande, como se deben celebrar las
despedidas, aunque la distancia vaya a ser corta y el reencuentro esté a la
vuelta de las vacaciones.
El lugar no era el de siempre. Abandonamos por un día la
clase que ocupamos cada semana para trasladarnos a la bodega, cálido espacio
situado en el sótano. Un lugar bello,
acorde a nuestros poemas. Acogedor y familiar porque estábamos en familia.
Nosotros y quienes quisieron y pudieron acompañarnos: familiares, amigos, excompañeros
que no nos han perdido la pista y querían disfrutar de nuestras creaciones. Formar
parte de todos esos sentimientos recogidos a través de los versos.
Cada uno con su estilo, con un tema diferente, en ocasiones
el mismo, con sus dudas y temores. Cada uno con su ilusión, sus ganas, y sobre
todo con el esfuerzo de todo un trimestre o tal vez más. Hay quien ha estado
más inspirado estos meses y ha aportado más, y hay quien, como yo ha acusado
una sequía poética salpicada en raras ocasiones por una débil borrasca de
ideas. No tiene demasiada importancia. No siempre se puede estar inspirado.
"Por esta sequía pasamos todos", escuché de labios de Daniel
Aldaya, poeta coordinador del taller que nos dedicó unas bonitas palabras
destacando aquello que nos identifica a cada uno de nosotros y animándonos a
seguir creciendo, aprendiendo, a continuar siendo los mismos con un corazón
soñador y una pluma en la mano rasgando el papel con firmeza y plasmando con
suavidad esos pedacitos de nuestro interior cargados de dulzura, de dureza en
algunos casos. De vida en todos.
Con esperanza.
Con alegría.
Con amor.
Porque en todos los poemas está encerrado el amor. De diferentes formas, con perspectivas diversas.
Cada uno desnudó su alma, nos contó lo que esconde dentro.
Y entre todos los asistentes, uno especial: Alejandro. Con
poco más de tres meses fue protagonista de esa velada. Ya lo había sido
anteriormente. Ya tenía un poema antes de nacer. Se lo dedicó su tía María José
cuando aún estaba dentro de su madre. Nos emocionamos en su momento cuando lo
leyó y supimos la historia que encerraba, porque todos encierran una historia
envuelta en unas palabras que a menudo esconden su significado. Lo realmente
bonito es desenterrarlo a través de la lectura. Sentir y compartir lo que ha querido
decir el poeta. Alejandro, que estuvo dormido casi todo el rato, abrió los ojos
al escuchar la voz de su tía, al escuchar esos versos que ella le ha recitado
en más de una ocasión.
Olga sintió la necesidad de escribir sobre esa noche, sobre
ese momento concreto que estábamos viviendo y lo recitó con su dulce voz. Óscar
nos recordó por qué es poeta, aunque más de una vez ha dicho que él no eligió
serlo. Puede que ninguno lo hayamos hecho o a lo mejor todos hemos querido
hacerlo. En cualquier caso, nos alegramos de que la poesía le escogiera a él.
Ana, ejemplo de superación, nos hizo partícipes de su vida,
de los momentos más duros acontecidos en el pasado. Momentos a los que ha hecho
frente junto a su marido, Juan Carlos, compañero también del taller y apoyo
constante.
José Mari, de los últimos en llegar a nuestros martes de
poesía, compartió sus recuerdos, un dolor ya mitigado en parte pero tatuado en
el alma. “Sin olvido pero sin sufrimiento ya”, como él mismo dijo.
Y lo expresó con sinceridad, de manera sencilla. Con normalidad, como deben
decirse las cosas. A menudo tendemos a hacer difícil lo fácil cuando es mucho
más sencillo rodear los obstáculos que intentar saltarlos.
Andrés declamó un poema dedicado a un autobús, compañero de muchos
viajes y echado al olvido en todos mientras José Antonio nos hacía ver lo
importante que es seguir viviendo y la poca importancia que tiene que nos
llamen viejos. De hecho, deberíamos sentirnos orgullosos, aunque en realidad no
nos haga ninguna gracia.
Elena nos deleitó con tres bellos poemas que calaron hondo,
que nos transportaron al sentido de sus palabras.
Tres situaciones distintas, tres voces distintas, tres mujeres
distintas.
Poemas que hicieron que cerráramos los ojos y nos dejáramos
llevar por el sonido de una voz serena, por unos versos cargados de emoción.
Teresa nos deleitó con un precioso poema de su último libro “Bancales
de perfume” y Mikel erizó nuestra piel como siempre con su forma de declamar,
con esa fuerza que transmite incluso aquello que no dice. Con ese estilo único
de los poemas de su libro “Esquirlas” y con la belleza de unos versos en
euskera que muchos no entendimos. Sin embargo, cuando se habla de emociones y
sentimientos el idioma no cuenta, cuenta lo que se expresa.
Y así, uno tras otro, fuimos pasando todos, contando nuestras
pequeñas historias.
Araceli con su estilo fresco, Pedro con su humor y su sonrisa
perenne, Montse convirtiendo en poesía alguna de sus vivencias,
Clara con su estilo sencillo y lleno de significado.
Uno
de sus poemas terminaba diciendo:
“No, no sería igual
De no habernos conocido”
En ese instante pensé que nada habría sido igual de no haber
entrado, aquel martes del mes de Octubre, en aquella clase.
Yo no sería igual. No me planteo cómo sería, pero me gusta
cómo soy ahora.
No importan los nombres, importan las personas. No tiene
importancia si me he dejado a alguien porque todos están presentes, aunque no
me gustaría haberlo hecho. Echamos de menos a los que no pudieron asistir.
Y llegó la despedida. Y nos hicimos esa foto que
inmortalizará nuestra estancia en esa bodega durante ese corto periodo de
tiempo.
Y se apagaron las luces. Y no dijimos adiós.
Dentro de un tiempo, quizás esté en otra estación, con otro
destino, esperando para subirme en otro tren, o tal vez continúe el viaje a
pie, por otras sendas y otros caminos. Sin dejar de seguir las huellas
marcadas. Sin olvidar a las personas que han abierto ese camino y que han
hermanado unas letras que han afianzado una amistad duradera.
Y siempre, sin decir adiós.
Arancha, es una delicia poder leer esta crónica que me hace recordar a la perfección tantos momentos de ese martes aún tan cercano. Sobre todas las cosas me quedo con que se respira que este grupo te ha calado en el alma y todo lo que escribes de él es desde tu parte entrañable. Me siento afortunado de pertenecer a este grupo con el que he caminado con mi poesía y sobre todo con mi corazón dirigido a todos vosotros
ResponderEliminarGracias Arantxa, nos dejas una,sonrisa y unas palabras tan tan bellas,forman parte de nuestra vida, ese sentimiento de nuestros queridos martes y de este grupo tan tan entrañable, maravilloso y exquisito...
ResponderEliminarMuchas gracias por compartir y sentirlo tan bonito ...
Un abrazo fuerte fuerte
Gracias, Arantxa. Ha sido una grata sorpresa tus palabras y fotos. Yo que me fui pitando, responsabilidades que tiene una, sentí esa noche con tristeza mientras mi cabeza reposaba sobre la almohada, que me tenía que haber ido con todos vosotros a tomar una cerveza.
ResponderEliminarUn placer vuestra compañía y enseñanzas.
Un amor el profe.
Montón de besos para todos