martes, 9 de abril de 2019

ZIORDIA, UN LUGAR ESPECIAL, UNA CARRERA ÚNICA. VI CARRERA SOLIDARIA DE ZIORDIA.


En ocasiones tenemos la impresión de que ya hemos estado en un lugar antes incluso de haber ido allí. Sentimos que ya lo conocemos porque lo hemos visto a través de imágenes, de artículos de periódicos, de las redes sociales.

A veces, incluso, vamos a un lugar con el que hemos soñado con anterioridad, sin ser conscientes de ello y en un primer instante no somos capaces de relacionarlo porque no lo recordamos. Tenemos la sensación de haber vivido ya un momento determinado aunque no somos capaces de reconocer dónde y cuándo. Así es nuestro subconsciente. A veces caprichoso, otras premonitorio. 

En cualquier caso, sorprendente. 





Ziordia es uno de esos lugares especiales con los que se sueña, que alimenta de recuerdos a sus habitantes y a quienes lo visitan. Un lugar con un carisma único, con personalidad, con nombre propio.

Alberto y yo fuimos por primera vez allí con motivo de la III edición de la Carrera Solidaria de Ziordia.

Han pasado ya tres años y hemos vuelto cada uno de ellos.

Fieles a la cita.

El tiempo ha seguido su curso. Es inevitable. Por mucho que se quiera es imposible pararlo, volver atrás, pensar que todo sigue igual. Las cosas cambian, la vida lo hace también y nuestros sentimientos varían de igual forma.

Sin embargo mis ojos siguen mirando de la misma manera a ese pueblo tan especial.

A su gente.

A la gente que va ese día. Desconocidos que no dejan de conocerse. Conocidos en un lugar común, reunidos en una fecha marcada en el calendario y por una misma causa.

Llevo tres carreras siendo voluntaria. Siempre en el mismo emplazamiento, a la vereda del río, atravesando un pequeño puente, contando con la complicidad del agua que sigue su cauce.

A pesar de que este año la temperatura es menos agradable que los anteriores, nadie ha dejado de ir.

No al menos por las condiciones metereológicas.

Como cada edición, todos nos dejamos llevar por el entusiasmo y el esfuerzo de José Ramón Ramírez, organizador de la carrera. Aunque pueda parecer difícil, cada año se supera.

Detrás hay muchas hora de trabajo, de dedicación, de insomnio.

Cada vez también, hay más gente implicada, más cariño, más ganas de ayudar.

Todo ello hace que la carrera sea cada vez más cercana y más solidaria. Peculiar y única. Diferente en cualquier caso del resto de carreras.

Los chicos del reto Dravet, incansables, con sus camisetas moradas en su intento por conseguir fondos para la investigación de una cura para esa enfermedad de origen genético que se inicia a edad muy temprana. Con esa mariposa de alas desplegadas, emblema de la Fundación Síndrome de Dravet.

Los corredores con sus bolsas llenas de comida para donar al comedor social París 365, ese el precio de la carrera.

Diferentes proyectos solidarios en los que colaborar. Uno de ellos se llevará a cabo en Tanzania. 

Los patrocinadores y colaboradores aportando su granito de arena para que no falte de nada. Para que todo, incluida la merienda, sea perfecto a la par que inolvidable. 

Y en medio de todo, la sonrisa de Markel. Su ilusión participando en la carrera con su padre y un amigo de éste.  Cómo no ayudar para que tenga ese tratamiento y esas terapias que tanto necesita y hacen que su vida sea un poquito mejor.

Y yo miro y admiro cuanto ocurre emocionada, sin perder detalle, con un brillo distinto en mis ojos.

No importa el tiempo que pase ni las veces que haya ido.

No importa que todo sea siempre igual porque nunca lo es y yo siempre me emociono. 

Antes de la carrera doy un paseo por el pueblo, por las calles solitarias alejadas de la plaza, del bullicio, de la gente.

Voy despacio mirando cómo las nubes se vuelven cada vez más grises, cómo el viento parece más frío. Deseo que no llueva aunque estoy convencida de que la lluvia no va a restar encanto al paisaje.

Llego al lugar donde debo colocarme para indicar a los corredores el camino por el que deben continuar, para procurar que nadie más pase por ahí mientras lo hacen los participantes.

Apenas hay niños en el parque este año. Mis ojos se posan en el río cuyas aguas discurren tranquilas.

Escucho su rumor, siempre el mismo rumor instándome a tener distintos pensamientos. Qué intentará decirme sin palabras. Un pájaro pía en la rama de un árbol. No lo veo pero oigo su canto. No me parece triste aunque quizás lo sea.

Yo tampoco estoy triste aunque haya un deje de nostalgia en mi mirada.




Los corredores van pasando, yo aprovecho para sacarles fotos, para animarles, para decirles que ya queda poco.

Ellos lo agradecen y me sonríen.

Alguno me anima a mí también.

A mí, que estoy ahí parada viendo como discurre la carrera, cómo pasa el tiempo mientras pienso qué escribiré a la noche cuando esté en mi casa a resguardo del frío. Cuando ya no se oigan las voces de la plaza, ni las de los niños en el parque. Cuando ya no escuche el canto de ese pájaro que me acompaña durante la tarde.

Sí, me animan a mí también.

Y yo les devuelvo la sonrisa.

Entonces me pregunto si algún año seré capaz de estar al otro lado recibiendo los aplausos del público. Sé cual es la respuesta pero no la digo en voz alta.

Sigo aplaudiendo y animando.

Casi al final de la carrera comienza a llover y poco a poco me voy quedando sola. Se han ido retirando los pocos niños que había en el parque. Se han refugiado bajo los paraguas y caminado hacia un lugar cubierto.

Pasa la última corredora. En su cara el esfuerzo y una sonrisa que mantiene todo el rato. La veo pasar y la admiro.

Me quedo allí unos minutos más, con la lluvia cayendo sobre mí, cada vez un poco más fuerte. No me importa mojarme. Me gusta esa sensación en ese momento aunque luego me arrepienta de no haber abierto el paraguas.


Contemplo una última vez los columpios, el río, los árboles. Intento adivinar dónde estaba ese pájaro que ya no escucho. Y miro hacia los montes, hacia la soledad de ese paisaje que me acompaña y me arropa.

Y ya no me siento sola.

Entonces emprendo el camino de vuelta y me dirijo hacia la plaza para ver la llegada a  meta de los últimos corredores.


Y después llega la merienda.

Preparada con mucho cariño, ilusión y entusiasmo. 

Con el toque dulce de Noelia que vino desde Madrid con una furgoneta cargada de deliciosos pasteles realizados por ella.

Reunidos todos en el frontón. Una reunión de personas que va más allá de la amistad, mucho más.

Es imposible no involucrarse en esta carrera.

Es imposible no sentirla, no quererla.

No ser parte de esta bella iniciativa.

Ya de camino a casa, pienso en todas las vivencias de esa tarde y de las que permanecen en mi memoria desde el principio, desde aquel día en el que fui a Ziordia por primera vez y sentí que formaba parte de todo aquello.

Cuando supe que ya había estado allí aunque nunca hubiera estado antes.

13 comentarios:

  1. Precioso.......es muy muy bonito.....muchas gracias!!!!!!!!

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  2. Creo que la correrás un día. Bonita crónica.

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  3. Hola !! Como se nota cuando un post está escrito con tanto cariño se trasmite la ternura en tus palabras y el afecto que le tienes al pueblo y si, tienes razon hay pueblos que tienen un encanto muy especial y no porque sea mas grande, haya mas personas piensas que te va a cautivar mas.

    Con respecto la carrera me gusta correr, participo en carreras pero las carreras que mas me gustan son las que puedes colaborar ya sea economicamente como alimentaria y que tenga un fin justificado; asociaciones, casas de acogida, etc... ahora empieza la cuenta atras para la proxima carrera. Felicidades

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  4. Hola,
    A tenido que ser una experiencia maravillosa. La verdad es que me ha gustado el contenido, pero sobre todo cómo has escrito la entrada, porque ya no solo es que destile tus sentimientos, de cariño y ternura, sino que está muy, muy bien relatado. Que la carrera sea solidaria aún da, quizá, más valor a la competición. Un entrada maravillosa.
    Un saludo!! ^,^!!

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  5. Una Aventura relatada con byen gusto. Interesante e intrigante. Gracias por compartir.

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  6. Me parece precioso, un escrito maravilloso y muy buen relatado. He disfrutado leyéndolo! Sigue así. Un saludo :)

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  7. A veces sí tengo la sensación de haber estado en un sitio antes de haber estado.
    Creo que lo bonito y cercado que has transmitido Ziordia, si algún día voy, lo sentiré como si ya hubiera estado o lo hubiera soñado.


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  8. A veces sí tengo la sensación de haber estado en un sitio antes de haber estado.
    Creo que lo bonito y cercado que has transmitido Ziordia, si algún día voy, lo sentiré como si ya hubiera estado o lo hubiera soñado.


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  9. A veces sí tengo la sensación de haber estado en un sitio antes de haber estado.
    Creo que lo bonito y cercado que has transmitido Ziordia, si algún día voy, lo sentiré como si ya hubiera estado o lo hubiera soñado.


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  10. Que bonita experiencia y que bueno UE muchas personas se solidaricen con esta carrera que busca juntar fondos para esta enfermedad de la que no había escuchado antes, averiguaré un poco más de que se trata, me gustó como nos has contado las memorias de este día.

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  11. Que grande relato y carrera solidaria

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  12. Nunca me ha pasado eso que comentas de tener la sensación de haber estado en un sito sin que sea así. Qué bueno que hayas querido repetir experiencia como voluntaria en la carrera. Ya queda menos para la próxima, bss!

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