TITULO: AÑOS MALGASTADOS.
AUTOR: BENJAMÍN RUIZ
SINOPSIS:
Rachel es una profesora de literatura muy especial.
Sus ojos llamean cuando se enfada. Tiene mal humor, pero es adorable. Cuando
llega para dar clase a la escuela de Toni y sus amigos, quedan fascinados por
ella: hay algo que esconde a toda costa y de lo que huye sin cesar. Algo la
tiene aterrorizada, pero intenta disimular. Toni llegará un paso más allá para
descubrir el misterio que oculta y empeñará su alma para siempre.
Ésta no es una historia de terror, pero hay
escenas que espeluznan. No es romántica, pero el amor está presente. No es una
historia de suspense, pero el misterio flota en el ambiente. No es un relato
sobre la educación sentimental, pero sí de aprendizaje hacia la madurez. No es
un libro melancólico, pero sí nostálgico.
Esta novela es un homenaje a la amistad, a la
juventud, al amor y a la propia vida. Aquélla que sucede mientras estamos
preocupados por el futuro y no somos conscientes de que el tiempo se agota.
OPINIÓN PERSONAL:
Desde que terminé Años
Malgastados, vivo en una especie de duermevela semi-inconsciente que me tiene
anclada a mis años adolescentes, a esa antesala de la juventud que me llevaría
a esa supuesta madurez que unas veces llega antes y en ocasiones se resiste a
aparecer.
En cuanto empecé este
libro supe que me esperaba algo especial, único. Supe que ese tono nostálgico me
devolvería a un pasado en el que hacía tiempo que no pensaba, pero al que me he
dado cuenta después de que tenía ganas de volver.
Sentí paz desde el principio,
desde el prólogo. Desde esas letras mecidas por el viento e instaladas en las
primeras imágenes descritas.
Esperé ese tren que en algún
momento de la historia menciona el autor. Ese tren que puede que nunca nos
lleve de vuelta al ayer.
Miré en mi interior a la
par que continuaba la lectura, intuyendo qué se escondía tras las letras del
libro, tras unas páginas pasadas sin demora aunque con calma, deteniéndome a saborear
ese lenguaje bello, olvidándome del presente.
Tuve ocasión de ponerme
en contacto con el autor al que pregunté el porqué de ese título.
Me respondió que surgió a
raíz del tema Wasted Years de Iron Maiden. Una canción que trata de la
necesidad de aprovechar el momento y no echar de menos esos supuestos “años
dorados”, porque hay que valorar el presente. Le pareció un título potente y
con gacho. Y que reflejaba parte de lo que sucedía en la novela (y en la futura
historia de los dos volúmenes siguientes).
En algunos párrafos, el
lenguaje es duro, desgarrador. Un lenguaje que hizo que algo se removiera dentro
de mí. Entonces no aparté la vista, leí con más avidez incluso, llenándome de
palabras, quizás más de las que era capaz de retener, con la impresión de un
atragantamiento que no llegó, con una digestión que se intuía pesada y sin
embargo no lo fue.
Un lenguaje demasiado
real.
La realidad a veces es
demasiado real.
Está narrado desde la
perspectiva del protagonista. Principalmente en tercera persona, aunque intercala
con la primera persona. Todo está contado desde los ojos de Toni, ese chico con
el que el lector se identifica, que le hace recordar sus vivencias a esa edad,
quizá diferentes, pero dentro de una proximidad temporal que las hace cercanas.
Es un personaje muy bien
conformado, creado, descrito…
El autor le da vida y el
lector absorbe su sentido.
Benjamín pensó desde un
principio en una trilogía, en una historia global, aunque independiente, con un
nexo común, pero con la posibilidad de una lectura por separado. Cada volumen
con un tema.
Nada de lo que ocurre es
aleatorio. Todo tiene un sentido. Es una obra muy trabajada, muy bien
construida. Es un escritor con gran habilidad para dejar puntos abiertos y
cerrarlos en una situación diferente, en un espacio diferente. Intuyo incluso,
en un libro diferente.
Cuando el lector menos
lo espera.
Cuando era pequeña solía
imaginar que era una viejecita sentada junto al calor del hogar escribiendo mi
vida. Que todo lo que sucedía lo iba escribiendo al instante, que todo lo que
escribía lo estaba viviendo, como una serie como una película, interpretando,
viviendo tal vez como un sueño, siendo siempre una realidad.
Leyendo esta novela he
vuelto a tener esa sensación.
En esos momentos nunca
me planteaba el final. Conforme pasa el tiempo voy pensando un poco más en ello,
aunque suelo apartarlo de la mente para no ser consciente de que cada vez
avanzo más deprisa en una historia que yo misma estoy construyendo y cuyo punto
final me asusta.
Años Malgastados es un homenaje
a la década de los 80. A su literatura, a su música. Un homenaje a ese tiempo
que se nos antoja tan lejano y quizá está a una manzana de distancia.
Ese tiempo que parece
tan diferente y en el que las cosas han cambiado en su justa medida.
A lo mejor no tanto como
nos gustaría.
Puede que más de lo que creemos.
Es una obra muy completa,
una historia de amor adolescente, de amistad verdadera. Esa amistad que soporta
todo y dura toda la vida.
Está ambientada en Jaén,
pero a mí me recordó esas noches de agosto en Miranda de Arga, pueblo de Navarra
donde pasaba los veranos. O los inviernos en la plaza del barrio donde vivía en
Pamplona. Volví a entrar en aquella tiendecita donde cambiaba mis comics ya
leídos por otros que habían pasado por otras manos.
Cómo olvidar aquel
primer amor de verano, aquellas noches de ensoñación contemplando la luna. No
siempre el primer amor es el verdadero, pero sí el que más nítido aparece en la
memoria con el paso de los años.
Hay un gran trabajo de
documentación que se aprecia entre las letras de este libro.
A Benjamín le costó
escribir esta novela. Comenta que escribió el prólogo en el invierno de 2003,
cuando su vida era muy distinta a la de hoy y que a partir de ahí le costó
arrancar. La compuso entre altibajos y lugares distintos y después de mil
avatares, consiguió terminarla en 2008.
Como el mismo dice: “es
una novela muy viajera”.
Los capítulos son cortos
y las descripciones de los personajes profundas, tanto en sus rasgos físicos como
en el aspecto interno de los mismos: su manera de comportarse, de ser, de actuar.
El mismo autor cuenta
que sus personajes tienen algo de él, algunos más, otros menos. En una novela
siempre queda plasmado el autor. Queda expuesto, a veces demasiado, aunque
también es cierto que el resultado final, como suele decir mi profesor del taller
de narrativa al que suelo asistir, siempre es un artificio y eso es lo que hace
que el lector se identifique y haga suyo aquello que está leyendo.
Hay días en los que las
heridas supuran porque nunca se han cerrado del todo.
Hay días en los que nos
anclaríamos al pasado, a un momento concreto, quizás a más de uno y nos preguntamos
si aquel tiempo era mejor. Tendemos a creer que la respuesta es afirmativa. Sin
embargo, no es así, simplemente es diferente. La vida es diferente a cada paso
que damos y así debe de ser. El tiempo tiene que pasar y nosotros hemos de hacerlo
con él. Está sujeto a cambios de la misma forma en que nosotros también lo estamos.
Esos días nos volvemos
nostálgicos y nos embarga la tristeza de una manera diferente.
En esos días, yo leí
este libro.
Y sonreí al volverme a ver
con aquel pelo cardado imposible de desenredar cada mañana y que acabó con
docenas de peines desdentados. Debo de confesar que entonces no me parecía nada
gracioso.
Y volví la vista al frente y continué caminando.
El final es sorprendente
y deja esa intriga de los finales de temporada de las series de televisión.
En espera de la próxima
temporada.
En este caso, de El mal
que los hombres hacen, segunda entrega de la trilogía.
Debo reconocer que me
gusta esa sensación última. Esa incógnita que deja el autor.
Así que continuaré con
ese amor adolescente que dura toda una vida y con esa diversión juvenil que
gira en torno a una ciudad, unos libros, unos discos y una amistad
inquebrantable.
“Quise quemarme en aquellas llamas y arder por toda
la eternidad. Quise morar en aquellos ojos y vivir para siempre en su luz. Pero
nada de lo que quise sucedió”.
Años
malgastados. Benjamín Ruiz.
Me encanta como escribe Benjamín Ruiz, sin duda es una oda a la amistad, y el final....
ResponderEliminarSí, escribe muy bien Benjamín. Es un buen final aunque te mate la intriga.
Eliminar“Quise quemarme en aquellas llamas y arder por toda la eternidad. Quise morar en aquellos ojos y vivir para siempre en su luz. Pero nada de lo que quise sucedió”. ¡Qué frase más interesante has puesto, no sólo por la belleza que encierra sino porque de alguna manera encierra la novela. Es una magnífica reseña de una gran obra.
ResponderEliminarElegí esa frase exactamente por lo que has dicho. Me pareció bella y que decía muchas cosas. Como bien indicas de alguna manera encierra la novela.
EliminarGracias por tus palabras, Emily. Me alegro mucho de que te haya gustado.
Arancha, amiga; una estupenda reseña. Voy a intentar hacerme con el libro ahora que estoy dedicando mi tiempo más a la lectura que a la escritura.Escribes una frase que me ha resultado curiosa cuando te refieres a la época de los 80 como un tiempo tan lejano, un tiempo diferente... Para mí fue la época de afianzar la estructura de mi vida, de no volver la vista atrás, de seguir adelante. Ya estaba todo hecho, pero no... la vida siempre tiene un próximo capítulo, mientras existimos. Un beso, Arancha, me ha gustado mucho esta opinión escrita de la novela de Benjamín Ruiz. Estoy descubriendo unas "nuevas plumas" de gente joven que me encantan y me recuerdan aquella mi juventud en la que me entusiasmaba la literatura de Carmen Laforet, Dolores Redondo, etc.
ResponderEliminarGracias por tus palabras, Magda. Es un libro muy bonito que a mí me ha hecho recordar muchas cosas. En mi memoria los 80 se antojan lejanos aunque quizá no tanto como creo.
EliminarMe alegro de que te haya gustado la reseña.