RESEÑA DE: "MAL TRAGO."
AUTOR: CARLOS BASSAS DEL REY.
GÉNERO: NOVELA NEGRA.
“Un viaje a Ofidia es un viaje a la crueldad de la España más oscura. Y no hay mejor guía para ese viaje que Herodoto Corominas, un policía contemporáneo que huele a clásico.”
Hace apenas cinco minutos que he
terminado Mal trago de Carlos Bassas del Rey, pero aún estoy en Ofidia. Todavía
sigo paseando por sus calles y por los sentimientos de cada uno de los
personajes. A su vez, descubro que la vida, mi vida, tal vez no dista tanto de
la de ellos. Del contenido de las páginas de este libro, de lo escrito por el
autor.
He tardado dos días en leerlo
aunque lo empecé hace más de dos semanas. No había acabado el año cuando a
través de un mensaje le dije a Carlos que me ponía con él. Me deseó un buen
viaje por Ofidia, yo le contesté que iba a ser un viaje corto. Las primeras hojas
se perdieron entre celebraciones de fin de año y vuelta a la rutina anual. Tardé
en retomarlo, el tiempo se convierte en la excusa perfecta para retrasar las
cosas. Entonces, entré en la ciudad y ya no supe cómo salir. No quise hacerlo
hasta el cierre.
Lo he acabado y no sé qué decir.
Han enmudecido las palabras.
Se han apoderado de mí los
sentimientos. Divago, retraso el momento.
No lo alargaré más,
No puedo, no debo.
Brutal el principio y brutal
el final. Tengo la suerte de conocer a Carlos Bassas personalmente y de haber asistido a uno de los talleres de escritura que
imparte. Gracias a eso he tenido la fortuna de conocer este libro y de disfrutar con su lectura.
Recuerdo que cuando lo publicó le comenté mi intención de leerlo. Lo abrió, me
mostró la primera página y soltó:
-Léela, un párrafo puede ser
suficiente para saber si te va a gustar un libro.
No ha sido la única vez que lo ha dicho.
Y lo hice. Y me gustó. Me gustó
su estilo sencillo, su manera de expresar las cosas sin extenderse demasiado.
Pero, claro, solo era un párrafo y aunque lo dije con convencimiento entonces, sabiendo que
no me iba a decepcionar, después pensé que a lo mejor me había precipitado.
No fue así.
Me atrajo la curiosidad, quise
leer para confirmar sus enseñanzas. Y entonces leí, confirmé y no quise parar.
Está escrito con un lenguaje
claro, directo, sin divagaciones ni recovecos que llevan a una historia sin
fin. No hay descripciones largas ni abusa de los adjetivos. Va al grano todo el
rato. Dispara cada frase, cada palabra. Las separa, son como pequeñas píldoras
que suelta y forman un todo, el conjunto de esa explicación que quien está
leyendo imagina y comprende sin que se lo dejen mascado.
Y cada impacto de bala duele.
Le duele a Hero, a su mujer a su
hijo, al amigo, al compañero. Me duele a mí, lectora que ha deglutido cada
frase, cada párrafo con avidez, con ganas de más. Me he sentido parte de ese
mundo, de esa ciudad con la que me he identificado y de la que en ocasiones he
querido escapar, volver a la rutina que me envuelve y me pertenece y cuya
trayectoria depende de mí. He tenido miedo de parecerme demasiado a sus
habitantes. Son muchas las sensaciones que me han acompañado y continúan
haciéndolo mientras tecleo.
He escuchado decir al autor varias veces lo importante que es dar nombre al personaje principal. Ese con el
que se va a convivir durante largo tiempo mientras se construye la historia.
Ese que el lector va a recordar después. Un personaje que no existe mientras no
tenga nombre que lo identifique. Son verosímiles. Tienen cosas buenas y
malas, imperfecciones, problemas, alegrías e instantes tristes.
Como tenemos todas las personas en esta vida.
Hay
mucho de él en esta obra, quizás no de manera directa. En todas las novelas está
impresa la marca del escritor, aunque haya quien se niegue a decirlo.
Me ha impactado esa habilidad de
exponer algo de manera brusca y continuar con un párrafo delicado, sutil, con
tono poético para terminar con “una patada inesperada en los testículos” tal y
como lo escribe más de una vez a lo largo del libro.
Intuyo que hay
muchas cosas detrás del comportamiento del inspector Herodoto que me he perdido
y que seguramente encontraré en las anteriores entregas de la saga del
inspector Corominas. Es verdad que se pueden leer por separado, no afecta a la
historia pero yo quiero saberlo todo, entenderlo todo.
A Carlos le
gusta poner a algunos de sus personajes nombre de amigos, escritores muchos de
ellos. No es el único, es una práctica común en muchos autores.
Detrás de “Mal
trago”, hay muchas horas de trabajo duro, de investigación, de desvelos en la
madrugada con una idea nueva. Meses de documentación y hojas de papel en las
plasma la estructura de la historia. Todo bien enraizado, con contundencia,
para que a la hora de la construcción, no haya fisuras. No haya nada que la
desmorone.
Mientras leía
he ido apuntando frases, expresiones que no quería perder de vista. Párrafos
que me han llamado la atención. He llenado el libro de post-it de colores, de
señales que releer de vez en cuando.
“¿Qué pasa, cariño? -indagó Laura con la
delicadeza de la abeja que roba polen.” Yo quiero escribir así, pensé
después de haber leído esto.
Desde mi punto
de vista hay más de una trama concentrada en un mismo hilo conductor.
Trayectorias paralelas y similares. Las dos caras de una misma moneda:
Herodoto. Se enfrenta a un caso profesional a la par que a sus miedos internos,
a su vida, a su entorno. Y lo retrasa, intenta no hablar de ello ya que aquello
que no se menciona parece que no sucede.
En la novela se abordan muchos temas: el amor, las relaciones entre padres e hijos, la soledad, la fidelidad al amigo de toda la vida, al que siempre ha
estado ahí. El mismo que estará al lado cuando todo termine.
(Mal trago: Carlos Bassas del Rey)
Llega la hora
de abandonar Ofidia y volver al camino que guían mis pasos.
De cerrar el
libro y colocarlo en la estantería no sin antes hacer una muesca en la mente
que me recuerde que he estado allí.
Para no olvidar
la sensación un instante antes del punto final.
Los ojos
brillantes.
Dos palabras en
mi boca:
¡QUIERO MÁS!
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