Llevamos cuatro días del nuevo año y todo sigue igual. Es
normal, nada cambia de la noche a la mañana, ni en dos semanas y con toda
probabilidad tampoco será muy diferente en los próximos meses. Siempre al
finalizar diciembre nos marcamos unas metas a las que llegar durante los
siguientes doce meses. Suelen ser conocidos como propósitos de año nuevo.
Miramos al frente y ahí están. Propósitos que de manera férrea vamos a realizar.
Casi siempre son los mismos porque los empezamos y no
terminamos de realizarlos. Nos falta fuerza de voluntad. Nos dejamos llevar y
seguimos con nuestra rutina para no salir de la zona de confort.
O tal vez no. Quizá hay también gente que no quiera
modificar nada.
De todas formas, es pronto. Todavía estamos sumergidos en la
vorágine de las compras navideñas, en ese frenético ritmo que continua hasta el
5 de Enero. El 6 todo habrá terminado, volveremos a la normalidad y ahí
realmente comenzará el nuevo año.
Ayer me desperté de madrugada, de repente y con una sensación
rara. En ocasiones me ocurre. Volví a cerrar los ojos pero no hubo manera. Me
levanté a escribir un rato ya que había varias ideas que rondaban por mi cabeza
y sabía que si no las plasmaba en ese momento, se me habrían olvidado al
amanecer.
No hubo suerte, para cuando encendí el ordenador todo
aquello que había pensado ya no estaba en mi mente.
Todos los regalos que aún me quedaban por comprar, sí.
Cada principio de enero es idéntico. Aunque se que es mejor
ir comprando poco a poco, acabo saturada de tiendas, artículos y gente porque a
la mayoría le pasa lo mismo que a mí y todos acabamos en los mismos lugares.
Apagué el ordenador y me fui a dormir de nuevo. Tenía la
sensación de acabar de dormirme cuando ha sonado el despertador. Me he
levantado temprano y he ido a despertar a mi hija que iba a venir conmigo.
Había que aprovechar la mañana y sobre todo evitar las aglomeraciones. Cada vez
las aguanto menos. No importa lo pronto que vayas a un centro comercial o a una
tienda que siempre hay alguien que ha madrugado más que tú. Y entonces piensas
que tenías que haber salido de casa antes pero seguro que ese otro también lo
habría hecho.
En ese momento, entras en un bucle de pensamientos y de
tiempo.
Por fortuna vivo en una ciudad pequeña. En ocasiones me
pregunto qué sería de mí en una ciudad mucho más grande.
Mientras preparaba el desayuno, oí el sonido de la persiana
de la habitación de mi hija y a continuación:
-¡Estás loca!, ¿has mirado por la ventana?.
No he contestado, he seguido con lo que estaba haciendo.
Haciendo aspavientos ha entrado en la cocina.
-¡A quién se le ocurre salir tan pronto! ¡No hay vida en la
calle aún, solo niebla que es como una nube de humo que se rompe contra mi
ventana!
Se ha despertado ingeniosa, he dicho para mis adentros. La
he mirado y me ha dado la risa.
-¿Para qué hay que ir tan temprano, eh?, a ver: ¿para qué?
Eran las 9 y media de la mañana. Para ella, de madrugada
casi, para todos los demás una hora normal.
Hemos desayunado y nos hemos marchado.
Ha sido una buena mañana. No ha sido provechosa porque
apenas hemos comprado nada pero el compartir ese rato juntas ha estado muy
bien. Hacía tiempo que no hacíamos algo las dos. Con dieciocho años es normal
no ir con tu madre a los sitios. Hace años nos íbamos “de chicas muy a menudo y
compartíamos tardes, conversaciones y secretitos.
Ahora ya menos.
-¿Vas a hablar de mí en el próximo relato? – ha preguntado
hace un rato antes de irse a la cama.
-Sí, ya he comenzado a escribirlo.
-Termínalo que quiero leerlo. No sueles mencionarme en
ellos.
-No te gusta que lo haga.
-Hoy sí. ¿Vas a acabarlo conmigo haciendo una pregunta cómo
acabaste el del cumpleaños de papá?
En ese momento me he dado cuenta de que lee todo lo que
escribo aunque diga que no y me he sentido muy orgullosa.
-Ha estado bien madrugar -ha dicho. He aprovechado el día. ¿Quieres
que te acompañe otra vez mañana? Hay que comprar el regalo de papá.
-Lo hemos pasado bien hoy, ¿verdad? -he preguntado.
-Sí, muy bien -ha respondido con una sonrisa.
No es habitual verla sonreir.
Me ha dado un beso de buenas noches y se ha ido a la cama.
Yo no, tenía algo que terminar.
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