sábado, 10 de diciembre de 2016

VEINTIDÓS AÑOS... UNA VIDA... UN ANIVERSARIO.


Es temprano, todos duermen y yo llevo un rato despierta buscando las palabras exactas que escribir en el relato de hoy.

Me levanto sin hacer ruido. No se escucha el viento a través de las ventanas ni el sonido de las gotas en el cristal. Seguro que hace frío, algo normal cuando está cerca el invierno, algo habitual cuando se vive en Pamplona.

Es curioso, hace veintidós años también era sábado y tampoco llovía. De hecho a mitad de la mañana salió el sol y eso que el día anterior había estado toda la tarde lloviendo sin parar.

¿A quién se le ocurre casarse en Diciembre -oía continuamente.

A mí -contestaba yo con firmeza.

Es un mes bonito, el paisaje también lo es. Nadie te asegura que casándote en verano el sol vaya a salir.

Aquel día también madrugué. Estaba nerviosa, no había dormido bien. Siempre cuesta adaptarse a los cambios aunque sean buenos y lo mejor que te va a pasar en la vida. Antes de dar el paso todo es incertidumbre.

Recuerdo anécdotas de esa mañana, como el hecho de querer desayunar un huevo frito con patatas. Una idea peregrina que seguramente había escuchado ni se sabe dónde, ni imagino cuándo pero que llevaba tiempo rondándome en la cabeza. Y mi madre me hizo el desayuno, sin preguntas, ¿para qué?. A fin de cuentas no todo tiene explicación.


Imagino que él también estaría nervioso. Su anécdota pasa por ir almorzar y jugar una partida de mus con sus amigos antes de la boda. Una manera como otra cualquiera de pasar unas horas que se hacían interminables. Entonces no había teléfonos móviles con los que torpedear a tu pareja a mensajes y lo cierto es que vivíamos más relajados. O quizá no.

La nuestra no fue una ceremonia espectacular, ni siguió un guión establecido, ni tuvo trescientos invitados pero fue especial, la mejor de todas porque era nuestra. No éramos muchos, los suficientes, los que estaban siempre. Nuestro día estuvo lleno de “momenticos” que hacen que al volver hoy a ellos me emocione. Igual que aquel día al salir del coche frente a la iglesia y ver a todos nuestros amigos vestidos de Pamplonica, con su camisa y pantalón blanco, faja roja en la cintura y pañuelico anudado al cuello. Como era de esperar la misa fue larga. A partir de entonces comenzó la fiesta. Altavoces, cubo de sangría y alegría a raudales nos esperaba fuera y un álbum de fotos que nos dejará imágenes curiosas de los invitados posando con una mano a la espalda, no por protocolo, la razón era ocultar el vaso que todos teníamos en la mano. No faltó ni un detalle. Sonrío al rememorarlo. Estoy segura de que más de uno lo va a hacer al leer estas palabras.

Veintidós años han pasado ya, toda una vida o mejor dicho menos de la mitad ya que aún queda mucho camino por recorrer. Camino que haremos juntos. No voy a decir que todo ha sido bonito en este tiempo porque mentiría. Han pasado muchas cosas, ha llovido durante días y el calor ha sido sofocante otros. Sin embargo, todo es parte del amor y de la convivencia. ¿Quién dijo que era fácil?

Amor es despertarte después de tantos años y notar el brillo de tu mirada cuando observas a tu pareja y amor es aguantarse las ganas de darle un sartenazo en alguna ocasión. Con el tiempo hemos aprendido a respetar nuestro espacio, nuestras aficiones y a compartirlas, a disfrutar uno con los logros del otro. Ese amor que nunca desaparece, esos momentos románticos que no paran de ocurrir, esas escenas empalagosas que a veces soñamos con tener se quedan en las películas de un sábado por la tarde.

Soy consciente de que no siempre las cosas suceden como uno las espera el día de su matrimonio. En nuestro caso han mejorado con el paso de las horas.

Hoy no haremos nada diferente, es un día más que lleva implícita una fecha que siempre está presente. Cada instante que pasamos juntos es especial porque hacemos que lo sea. Nuestra memoria paseará por las imágenes que una vez nos emocionaron y que continúan haciendo tanto tiempo después.

Eso sí, brindaremos por todos los que permanecen a nuestro lado y por aquellos que nos ven desde un poco más arriba.




FELIZ ANIVERSARIO, ALBERTO!!!


A MENUDO TE PIENSO.

A menudo te pienso
 y me pregunto
como sería mi vida
sin ti
sin tu apoyo constante
sin tu sonrisa.
Si la vista vuelvo
 te veo siempre
dándome ánimos constantes
que a veces evito
y reconocer rechazo.
A mi mente se acerca
aquel primer beso:
inocente
dulce
sin mentiras.
En mis labios
aún tengo su sabor
y en mi recuerdo su esencia.
Vuelvo a preguntarme
por una vida sin ti
no tengo respuesta
no sería igual
quizá peor
mejor; difícil.
Sin ti a mi lado
la misma no soy
y sin tu risa
mis pasos se pierden
en las huellas no marcadas
de un segundo
que no existe.


Es hora de comenzar el día. Apago el ordenador y me dirijo a la habitación.

4 comentarios:

  1. Zorionak¡¡¡ Arancha, muy emotivo el relato pero el poema es de lo más entrañable. Una delicia. ¡Qué orgulloso debe de sentirse Alberto de haberte dado el SÍ hace 22 años!¡Muchas felicidades, amigos! Disfrutad el aniversario. Un beso.

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  2. Lo primero de todo FELICIDADES, ALBERTO Y ARANTXA!!
    Veintidos años es muchísimo tiempo para llenarlo de tantas cosas hermosas que se vislumbran en el relato y en el poema. Me parece un relato lleno de transparencia y no exento de ternura y delicadeza. Como siempre, Arantxa, haces un arte de tu forma de relatar, enhorabuena!

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  3. Que bonito hermana lo que has escrito que recuerdos mas bonitos de aquel dia,enhorabuena y a por muchos mas...

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  4. Que bonito hermana lo que has escrito que recuerdos mas bonitos de aquel dia,enhorabuena y a por muchos mas...

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