Es temprano, todos duermen y yo llevo un
rato despierta buscando las palabras exactas que escribir en el relato de hoy.
Me levanto sin hacer ruido. No se escucha
el viento a través de las ventanas ni el sonido de las gotas en el cristal.
Seguro que hace frío, algo normal cuando está cerca el invierno, algo habitual
cuando se vive en Pamplona.
Es curioso, hace veintidós años también
era sábado y tampoco llovía. De hecho a mitad de la mañana salió el sol y eso
que el día anterior había estado toda la tarde lloviendo sin parar.
¿A quién se le ocurre casarse en Diciembre
-oía continuamente.
A mí -contestaba yo con firmeza.
Es un mes bonito, el paisaje también lo
es. Nadie te asegura que casándote en verano el sol vaya a salir.
Aquel día también madrugué. Estaba
nerviosa, no había dormido bien. Siempre cuesta adaptarse a los cambios aunque
sean buenos y lo mejor que te va a pasar en la vida. Antes de dar el paso todo
es incertidumbre.
Imagino que él también estaría nervioso.
Su anécdota pasa por ir almorzar y jugar una partida de mus con sus amigos
antes de la boda. Una manera como otra cualquiera de pasar unas horas que se
hacían interminables. Entonces no había teléfonos móviles con los que torpedear
a tu pareja a mensajes y lo cierto es que vivíamos más relajados. O quizá no.
La nuestra no fue una ceremonia
espectacular, ni siguió un guión establecido, ni tuvo trescientos invitados
pero fue especial, la mejor de todas porque era nuestra. No éramos muchos, los
suficientes, los que estaban siempre. Nuestro día estuvo lleno de “momenticos”
que hacen que al volver hoy a ellos me emocione. Igual que aquel día al salir
del coche frente a la iglesia y ver a todos nuestros amigos vestidos de
Pamplonica, con su camisa y pantalón blanco, faja roja en la cintura y
pañuelico anudado al cuello. Como era de esperar la misa fue larga. A partir de
entonces comenzó la fiesta. Altavoces, cubo de sangría y alegría a raudales nos
esperaba fuera y un álbum de fotos que nos dejará imágenes curiosas de los
invitados posando con una mano a la espalda, no por protocolo, la razón era
ocultar el vaso que todos teníamos en la mano. No faltó ni un detalle. Sonrío
al rememorarlo. Estoy segura de que más de uno lo va a hacer al leer estas
palabras.
Veintidós años han pasado ya, toda una
vida o mejor dicho menos de la mitad ya que aún queda mucho camino por
recorrer. Camino que haremos juntos. No voy a decir que todo ha sido bonito en
este tiempo porque mentiría. Han pasado muchas cosas, ha llovido durante días y
el calor ha sido sofocante otros. Sin embargo, todo es parte del amor y de la
convivencia. ¿Quién dijo que era fácil?
Amor es despertarte después de tantos años
y notar el brillo de tu mirada cuando observas a tu pareja y amor es aguantarse
las ganas de darle un sartenazo en alguna ocasión. Con el tiempo hemos
aprendido a respetar nuestro espacio, nuestras aficiones y a compartirlas, a
disfrutar uno con los logros del otro. Ese amor que nunca desaparece, esos momentos
románticos que no paran de ocurrir, esas escenas empalagosas que a veces
soñamos con tener se quedan en las películas de un sábado por la tarde.
Soy consciente de que no siempre las cosas
suceden como uno las espera el día de su matrimonio. En nuestro caso han
mejorado con el paso de las horas.
Hoy no haremos nada diferente, es un día
más que lleva implícita una fecha que siempre está presente. Cada instante que
pasamos juntos es especial porque hacemos que lo sea. Nuestra memoria paseará
por las imágenes que una vez nos emocionaron y que continúan haciendo tanto
tiempo después.
FELIZ ANIVERSARIO, ALBERTO!!!
A MENUDO TE PIENSO.
A menudo te pienso
y me
pregunto
como sería mi vida
sin ti
sin tu apoyo constante
sin tu sonrisa.
Si la vista vuelvo
te veo
siempre
dándome ánimos constantes
que a veces evito
y reconocer rechazo .
A mi mente se acerca
aquel primer beso :
inocente
dulce
sin mentiras.
En mis labios
aún tengo su sabor
y en mi recuerdo su esencia.
Vuelvo a preguntarme
por una vida sin ti
no tengo respuesta
no sería igual
quizá peor
mejor; difícil .
Sin ti a mi lado
la misma no soy
y sin tu risa
mis pasos se pierden
en las huellas no marcadas
de un segundo
que no existe.
Es hora de comenzar el día. Apago el
ordenador y me dirijo a la habitación.
Zorionak¡¡¡ Arancha, muy emotivo el relato pero el poema es de lo más entrañable. Una delicia. ¡Qué orgulloso debe de sentirse Alberto de haberte dado el SÍ hace 22 años!¡Muchas felicidades, amigos! Disfrutad el aniversario. Un beso.
ResponderEliminarLo primero de todo FELICIDADES, ALBERTO Y ARANTXA!!
ResponderEliminarVeintidos años es muchísimo tiempo para llenarlo de tantas cosas hermosas que se vislumbran en el relato y en el poema. Me parece un relato lleno de transparencia y no exento de ternura y delicadeza. Como siempre, Arantxa, haces un arte de tu forma de relatar, enhorabuena!
Que bonito hermana lo que has escrito que recuerdos mas bonitos de aquel dia,enhorabuena y a por muchos mas...
ResponderEliminarQue bonito hermana lo que has escrito que recuerdos mas bonitos de aquel dia,enhorabuena y a por muchos mas...
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