miércoles, 9 de noviembre de 2016

AL CABO DE 25 AÑOS.


Cada mañana, al despertarme, doy gracias por poder disfrutar de un nuevo día y además, me levanto con la convicción de que va a ser especial. Estoy segura de que habrá un momento, una situación, un encuentro fortuito, la llamada de esa persona de la que hace tiempo que no se nada o un beso de buenas noches que hará que se cumpla.

Sin embargo, hay días que además, son extraordinarios, únicos. Nosotros hacemos que lo sean. El domingo pasado nos reunimos unas cuantas compañeras del instituto. Hacía mucho que no nos veíamos. En los últimos años nos hemos ido localizando poco a poco a través de las redes sociales o encuentros circunstanciales. Por supuesto, nos unimos a esa moda de los grupos de whatsApp para mantener el contacto y tras varios intentos y conversaciones, al final logramos organizar una comida. Una buena excusa para pasar un rato juntas. No estábamos todas pero nos acordamos de quienes no pudieron acudir y de aquellas a las que no logramos localizar o que habiéndolo hecho se hallan viviendo fuera de Pamplona.

El tiempo pasó volando entre risas, recuerdos de juventud, momentos pasados que jamás olvidaremos y brindis rememorando los veinticinco años transcurridos desde que empezamos a estudiar juntas.
Revivimos las horas de estudio y los momentos pasados en la cafetería junto al instituto. Imposible olvidarse de aquellos pinchos de tortilla de patata. Nos preguntamos si seguiría existiendo, alguien comentó que si. Volvimos a contar aquellas historias y anécdotas que quedarán entre nosotras cual secretos de confesión que jamás contaremos porque es algo que pertenece solo a las protagonistas, es decir, nosotras. Por eso y porque hay cosas que como hijas nunca hemos dicho y como madres es mejor no decir.

Ahí estábamos, charlando sin parar y sin los silencios incómodos que suelen acompañar los reencuentros de personas que no han hablado hace mucho. Era como si el día anterior hubiésemos dejado una conversación pendiente que no pudiera esperar más tiempo a ser retomada. Teníamos tantas cosas que contar y que escuchar.

Descubrimos cada una la vida de las demás, con sus obstáculos, problemas, idas y venidas y nos asombramos de la fortaleza de cada una para superar esas pruebas que la vida nos ha ido poniendo. Detrás de la sonrisa de cada una había una dificultad o una pena que nos acompaña cada día y que intentamos superar aunque en ocasiones nos cueste. Nos dimos cuenta de que seguíamos siendo las mismas aunque con unos años más y curtidas en mil batallas que nos ha hecho más fuertes.

Fuimos felices. Disfrutamos de la compañía y la cercanía de una amistad sincera que el paso de los años no ha erosionado. Nos olvidamos de lo que había a nuestro alrededor, paramos el tiempo y nos trasladamos a ese lugar donde la menor dificultad se convertía en un obstáculo insalvable cuya solución radicaba en el consejo y ayuda de las demás.

Antes de despedirnos nos hicimos esa foto que permanecerá en nuestra memoria y en el perfil del whatsApp hasta que nos volvamos a reunir que no será dentro de mucho ya que antes de irnos hicimos la promesa de repetirlo pronto y, con aquellas que no habían podido estar.

Seguro que lo cumplimos. Quedó tanto por decir y tanto por lo que emocionarnos...

Mientras, por mi parte,  recordaré con una sonrisa cada palabra dicha y escrita aquí ahora. Seguro que vosotras, al leerlo, haréis lo mismo.

Y como prometí, aquí va el poema que dije que escribiría y que va a dedicado a todas nosotras que estudiamos Secretariado Bilingüe y Comercial en María Ana Sanz hace 25 años.






TANTO TIEMPO...

El tiempo pasa,
deprisa,
sin esperar,
sin darnos una tregua
o un momento de reflexión
y nos muestra unas huellas,
profundas tras recorrer
tantos caminos,
unas veces con esfuerzo
otras con lágrimas
pero siempre con ilusión
de repente,
poco a poco
empezamos a encontrarnos
y volvemos a ser un grupo,
mas ahora,
curtido en experiencias,
en pruebas
que la vida nos ha puesto
y superar hemos sabido.
Entonces,
nos reunimos como antaño
cada recreo
y recordamos instantes,
lugares,
situaciones y personas.
Somos las mismas
pero diferentes,
hablamos
y nos conocemos de nuevo,
el tiempo se para
sin que nada
veamos alrededor,
ahí, en ese instante,
volvemos a los veinte años,
a los diecinueve,
incluso a los dieciocho
y revivimos el sentimiento
de una edad pasada
que en el recuerdo queda
y nada importa,
solo nosotras.
Al despedirnos,
la promesa de otro encuentro
nos acompaña,
mientras,
cada día sale el sol
y al atardecer
la luna va a recibirnos
con los sueños de una vida
que, de la noche a la mañana,
vuelven a ser realidad.


Autora: Arantxa Murugarren


5 comentarios:

  1. Arantxa, este es un articulo que nos reconcilia con la vida. Nos devuelves la pasión por las cosas pequeñas. Y por las cosas grandes, porque vuestra reunión fue sin duda un gran acontecimiento. Se respira cariño autentico en tus palabras, en la foto y en el precioso poema.
    También el relato me ha hecho pensar y recordar mi historia
    Enhorabuena, Arantxa, gracias por compartir tu vida con nosotros

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias por tus palabras, Oscar. Comentarios como el tuyo siempre me animan a seguir escribiendo aunque haya momentos de flaqueza en los que quiera dejar de hacerlo.
      Las cosas pequeñas siempre son importantes y se acaban convirtiendo en algo grande en nuestra vida.
      Me alegro mucho de que mis palabras y nuestros sentimientos te hayan llevado a tus propios recuerdos. Es gratificante saber que he transmitido todo aquello que pretendía.
      Te agradezco mucho todo el cariño que siempre me demuestras.

      Eliminar
  2. Un muy bonito recuerdo. Precioso poema. Un abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muchas gracias Magda y que mejor que escribir ese bonito recuerdo para que permanezca vivo no solo en nuestra memoria.

      Eliminar
  3. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar